Como cualquier ser humano, las personas con discapacidad cognitiva son seres sexuales y un componente fundamental de su desarrollo es la expresión de su sexualidad sin miedos, sin vergüenzas, sin temores, ni creencias o prejuicios.
Sin embargo, las familias y cuidadores de personas con discapacidad cognitiva se enfrentan a un gran dilema: respetar sus expresiones de sexualidad, o protegerlos de la explotación y el abuso sexual.
En ese afán de protección, normalmente se limita y se inhibe la posibilidad de que las personas con discapacidad creen amistades y relaciones en las cuales expresen de manera adecuada su sexualidad.
El problema está en que muchas veces las actitudes y prejuicios de las familias y los cuidadores, ponen en mayor riesgo de abuso y explotación a las personas con discapacidad cognitiva.
Profamilia[1] afirma que los imaginarios de las familias y cuidadores sobre la sexualidad de las personas con discapacidad cognitiva “se mueven entre dos polos. Por un lado, el supuesto de que no tienen sexualidad, y por el otro una hipersexualización de sus actitudes y sus cuerpos”.
Hablemos del primer prejuicio: las personas con discapacidad cognitiva no tienen sexualidad. En la Investigación de Profamilia hay frases que se repiten constantemente entre cuidadores y familiares en las cuales se evidencia que se les ve como niños y a los niños no se les habla de sexo. También hay frases como “los niños no son morbosos, o son muy inocentes y por eso no pueden identificar actos de abuso sexual en su contra”.
Como consecuencia de la infantilización y de la falta de educación sexual, las personas con discapacidad señalaron la incomodidad que sentían para hablar de su sexualidad con otros, la vergüenza que les generaba su propio cuerpo, y el temor a compartir su sexualidad con alguien más.
En algunos casos incluso, las personas con discapacidad no supieron describir cuáles eran sus partes íntimas y se evidenció una baja autoestima en muchos de ellos.
Otro de los hallazgos interesantes de dicha investigación, es que las personas con discapacidad cognitiva que viven con sus familias, no tienen espacios privados e íntimos para descubrir su sexualidad, como una habitación propia o el espacio de privacidad del baño. Es normal que los cuidadores y familiares de las personas con discapacidad los tengan en “estrecha vigilancia”, lo cual limita su interacción y socialización con otras personas.
Esta vigilancia se da también en los espacios virtuales[2]. Algunas personas con discapacidad psicosocial carecen de redes de amigos y de interacción social. Y aunque las nuevas tecnologías, usadas de manera segura pueden convertirse en un espacio sano de interacción y generación de nuevas relaciones, las familias ven el riesgo inminente de explotación sexual debido a su incapacidad para identificar las intenciones de otros adultos en las redes.
Lo que las familias y los cuidadores no tienen en cuenta normalmente, es que la mayoría de casos de abuso y explotación sexual hacia las personas con discapacidad cognitiva proviene de personas cercanas a su entorno como familiares y conocidos de la casa; y que el aislamiento y la falta de educación sexual se convierten en caldo de cultivo para la violencia sexual.
El otro gran prejuicio social son las expresiones de la sexualidad de las personas con discapacidad cognitiva en los espacios públicos. A esto es a lo que se llama hipersexualización. La realidad es que, si a esta población no se le habla sobre su sexualidad, ni se le da espacios íntimos para su desarrollo, cuando hay expresiones afectivas en espacios públicos es fácil que se salgan de los parámetros “socialmente aceptados”.
El resultado es que entre un extremo y el otro, las personas con discapacidad no tienen ningún tipo de información o educación sobre la sexualidad y mucho menos los espacios para expresar su sexualidad de una manera tranquila y libre.
Así mismo, las familias y los cuidadores carecen de información y soporte para hablar con las personas con discapacidad cognitiva sobre este tema de manera abierta y adecuada, dándole el apoyo necesario para que puedan ejercer su sexualidad de una manera libre e informada.
También es necesario hacer un trabajo de informar y sensibilizar a cuidadores, funcionarios de educación, salud, protección, jueces de familia y personal médico sobre los derechos de esta población y sobre las rutas de atención para prevenir o atender la discriminación y la violencia sexual de las cuales son víctimas las personas con discapacidad cognitiva.
Como sociedad, hay consenso sobre los derechos sexuales y reproductivos de las personas con discapacidad cognitiva, pero el miedo y el afán de protección de esta población son la principal barrera para que puedan vivir su sexualidad de una manera sana y pacífica.
[1] Profamilia 2019. Prevención y Abordaje de la Violencia Sexual en Personas con Discapacidad desde un Enfoque de Determinantes Sociales
[2] Michael Brown, Edward McCann, 2019. Researchin Develomental Disabilities. The views and experiences of families an direct care support workers regarding the expression of sexuality by adults with intelectual disabilities: A narrative review of the international research evidence.