Resiliencia y compasión, capacidades que fortalecen la salud mental
10 octubre, 2022
Sistema Nacional de Cuidado

Cualquier persona puede presentar un problema de salud mental, teniendo en cuenta que la salud mental depende de factores genéticos, biológicos, psicológicos, familiares y sociales que pueden jugar a favor o en contra. El individuo no tiene la posibilidad de tener bajo control todos estos factores, pero sí de tomar acciones que le permitan vivir de manera más resiliente y compasiva consigo mismo y con los demás.

Estas dos capacidades ayudan a reducir el riesgo de padecer una enfermedad mental o de responder ante esta de la mejor manera si se presenta. Tanto la resiliencia como la compasión se pueden entrenar, estudios señalan que los seres humanos tenemos compasión en algún nivel.

“La resiliencia es la capacidad que tiene una persona para superar situaciones difíciles o extremas, aprender y salir más fuerte de estas. La compasión es movilizarse frente al sufrimiento del otro, hacer cosas para que pueda estar mejor; de la mano de eso va la autocompasión en la que se es capaz de reconocer las propias situaciones difíciles, dolorosas y movilizarse frente a ello”, explica Lina González, psiquiatría y líder de Salud y Bienestar en la Fundación Saldarriaga Concha.

Sin saberlo y sin usar la palabra resiliencia, dice la psiquiatra, en la cotidianidad muchas personas tienen acciones que fortalecen y demuestran su capacidad resiliente. 

La resiliencia se aprende 

Para aprender, fomentar y enriquecer a diario la resiliencia, lo primero es “reconocer nuestras cualidades, destrezas, escenarios y recursos que nos han permitido superar experiencias altamente estresantes, agobiantes y adversas en el pasado”, dice la Cartilla Resiliencia en Tiempo de Pandemia, de Naciones Unidas Colombia, de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS)

Al hacer este ejercicio de ver de manera positiva nuestras formas de resolución, explica la cartilla, encontraremos la estrategia para enfrentar los momentos de dificultad. 

Además de esta clave para enriquecer la propia resiliencia, hay que señalar que esta también depende de muchos factores, entre estos:

    • Biológicos y genéticos
    • Individuales (inteligencia, autoestima, empatía…)
    • Familiares (unión, cariño, soporte…)
    • Ambiente social
    • Capacidad de regulación emocional
    • Espiritualidad.

En esta línea, González agrega que es importante fortalecer las habilidades socioemocionales, la asertividad; aprender a tener buena relación con los propios problemas; ver las dificultades desde diferentes aristas y reconocer en el otro y en sí mismos a una persona importante y valiosa.

Este trabajo de reconocimiento del otro y de sí mismos se ha hecho en comunidades y ha permitido identificar que las respuestas del individuo mejoran en torno a la violencia y a la inclusión de las otras personas. “En la medida en que me vuelvo más cercano al otro, reconozco mis emociones y las del otro, valido y valoro al otro como parte de mi red, construyo relaciones más adecuadas y tranquilas”, explica la psiquiatra.

Además, actividades como el ejercicio físico, el mindfulness, el yoga, rezar o tener un componente espiritual son claves para favorecer la resiliencia. De estos factores depende que unas personas sean más resilientes que otras, ya que cada una reacciona según con las herramientas que tiene.

Condiciones que favorecen la resiliencia

De acuerdo con la Cartilla Resiliencia en Tiempo de Pandemia, varios estudios han demostrado algunas características personales y de los contextos que se asocian a la posibilidad de ser más resilientes. Estas son:

Individuales:

    • Control de las emociones y de los impulsos
    • Autonomía
    • Sentido del humor
    • Alta autoestima (concepción positiva de sí mismo)
    • Empatía (capacidad de comunicarse y de percibir la situación emocional del interlocutor)
    • Capacidad de comprensión y análisis de las situaciones
    • Competencias cognitivas como la capacidad de atención y concentración

Medio ambiente social y familiar:

    • Seguridad de un afecto incondicional
    • Relación de aceptación con personas significativas
    • Extensión de redes informales de apoyo
    • Participación activa de la vida en comunidad

Otros:

    • Independencia
    • Autocrítica
    • Iniciativa
    • Capacidad de interrelacionarse
    • Sentido del humor y moralidad (sentido del bien y del mal, correcto e incorrecto)

Compasión y autocompasión

La compasión es una inclinación positiva frente al sufrimiento ajeno que motiva una acción para eliminar ese sufrimiento y producir bienestar en quien lo está sintiendo. No debe confundirse con la piedad o la conmiseración por alguien, lo cual no incluye la movilización hacia el otro y en cambio sí un ingrediente de superioridad.

En ese sentido, es diferente a la empatía, que implica ponerse en el lugar del otro, y de la simpatía, que es entender la situación del otro, pero sin generar vínculo emocional.

Para entrenarse en esta habilidad debe haber compasión por los otros, recibir compasión de los otros y tener compasión consigo mismo (autocompasión). La reconocida sicóloga estadounidense Kristin Neff, una de las abanderadas de la autocompasión por los beneficios que da a la salud, señala que para ser autocompasivo se deben reunir tres elementos: comprensión de lo que pasó o pasa, sentido de humanidad compartida y atención plena. “La idea es sentir que otras personas también sufren, que no somos los únicos, que hay una experiencia humana común (…) La autocompasión incluye la práctica de mindfulness o atención plena, de estar en el presente y ver las cosas como son, sin ignorarlas, pero sin las exageraciones que causa una mente que constantemente rumia”.

La psiquiatra González explica que la autocompasión da al individuo la capacidad de cuidarse y protegerse, esta posibilidad lo lleva a cuidar al otro. “Esto mejora ciertas áreas de nuestro cerebro, las vuelve más flexibles y permite que se pueda estar más tranquilo y con menos niveles de estrés. Hoy se observa en resonancias magnéticas funcionales que las personas que hacen meditación o que son oradores profundos tienen esta gran capacidad resiliente y compasiva”, dice.

En síntesis, esos sentimientos que generan la compasión y la autocompasión disminuyen en los seres humanos síntomas de ansiedad, depresión y estrés. Además, permiten establecer buenas relaciones al posibilitar comportamientos amables y amorosos.

Según acuerdos científicos, la compasión se puede abordar desde cuatro componentes: el cognitivo (la conciencia del sufrimiento ajeno), el afectivo (movilizarse emocionalmente por el sufrimiento), el intencional (el deseo de erradicar el sufrimiento) y el motivacional (la responsabilidad en ayudar a erradicar el sufrimiento).

Sugerencias para ser más autocompasivo

    • Abstenerse de criticarse y castigarse por un error o defecto
    • Ser comprensivo y solidario con uno mismo
    • Reconocer que todos cometemos errores y fracasamos de vez en cuando
    • Tomar conciencia del diálogo interno negativo

Ver especial sobre salud mental.

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