En el marco de la Semana Internacional de las Personas Sordas: Historias de personas mayores sordas de Bogotá, una investigación contada desde los actores
27 septiembre, 2024

Personas en una actividad grupal en un salón. Imagen para ilustrar la nota Personas mayores sordas.

Aún recuerdan cuando en el internado se debían ocultar para comunicarse con otras personas sordas mediante señas, un código prohibido para aquel momento en el lugar donde la única forma de expresión valida social y culturalmente era la oral, oralidad y la escritura. Solo quienes se ajustaban a esa premisa eran reconocidos y destacados.

Quienes comparten este recuerdo son Luis Eduardo Parada Pachón y María Rosa Pabón Gutiérrez, dos personas sordas y esposos. “Amaba la lengua de señas, pero en el internado solo podía escribir lo que estaba en el tablero. Aprendí la lengua de señas allí, pero a escondidas”, dice María Rosa.

Este recuerdo refleja el de varios sordos de la época, porque solo hasta hace 28 años, en 1996, la lengua de señas fue oficialmente reconocida y dejó de estar prohibida en el país.

Al día de hoy, muchas cosas han cambiado. Las señas que se usaban en ese entonces no son las mismas de ahora y las historias de vida de las personas sordas mayores contrastan con las de aquellos más jóvenes.

Justamente estas historias de vida se están reconstruyendo a través de una investigación de la Universidad Pedagógica Nacional que tiene la finalidad de reconocer los saberes y las experiencias de las personas mayores sordas de Bogotá, mediante un espacio de encuentro sociocultural. Una experiencia que vale recalcar en esta última semana del mes de septiembre, la Semana Internacional de las Personas Sordas.

Esta investigación es llevada a cabo por Gabriela Alfonso Nova, investigadora principal; y por las coinvestigadoras Juliana Catalina Méndez Alvarez y Luisa Fernanda Parada Pabón, hija de Luis Eduardo y María Rosa.

“Nos dimos cuenta que hay muchos espacios de atención para jóvenes sordos, pero no para mayores. Eso nos hizo cuestionarnos qué pasa con el mayor sordo y sus saberes, explica Luisa Fernanda.

Las investigadoras presentaron su propuesta al Centro de Investigaciones de la Universidad Pedagógica Nacional (CIU) y desde febrero de este año han comenzado a crear estos espacios de encuentro. Allí se recopilan conocimientos, experiencias y saberes desde un enfoque intergeneracional.

Historias que nacen en los encuentros

“Usamos una metodología cualitativa denominada biográfica narrativa que consiste en explorar e indagar las historias de vida de manera individual para luego comenzarlas a hilar como un relato colectivo”, explica Juliana.

La investigación no tiene un número definido de personas participantes. Actualmente, hay alrededor de 15, un número que va cambiando, ya que pueden unirse más o algunas decidir no continuar. Quien desee participar es bienvenido.

De todos los encuentros surgen historias. Hace uno días se llevó a cabo una actividad llamada Body Paint, en la que se dibujaron las siluetas de las personas mayores, incorporando en los dibujos saberes y experiencias de vida. La actividad reveló el reconocimiento de las manos como una poderosa herramienta de su lengua materna, la lengua de señas.

María Rosa de 61 años de edad, quien hace parte del grupo, cuenta cómo, a través del olfato, puede identificar cuando se acerca la lluvia, la llegada de un familiar y cuando están listos los alimentos que está cocinando. “Como no escucho, mi olfato es el vínculo para saber cuándo la olla de presión suena”.

Actividad Body Paint

Padres sordos

Luis Eduardo, de 64 años, también miembro del grupo, quedó sordo a los ocho años, lo que fue una experiencia muy difícil para él. En su familia, todos se comunicaban de manera oral y, además, no podía entender lo que veía en la televisión. Para poder comunicarse, se puso de acuerdo con uno de sus hermanos y empezaron a usar señas caseras para empezar a comunicarse y darse a entender.

Pasados los años, cuando nació su hija Luisa, el señor Luis Eduardo sintió frustración al saber que era sorda porque temía que tuviera las mismas experiencias negativas que vivió él por ser sordo. “Mi esposa y yo demostramos que podíamos ser padres. Recuerdo que la familia nos ayudaba. Decidimos dejar la puerta abierta para que, cuando la bebé llorara, alguno de ellos pudiera avisarnos”, dice.

Actualmente, Luisa es licenciada en Artes Plásticas. Desde niña, gracias a sus padres, escuela y amigos, aprendió la Lengua de Señas Colombiana, a ser independiente y una gran líder.

Su dominio tanto de la Lengua de Señas Colombiana como de la que utilizan muchas personas mayores, le permite mediar entre estas dos generaciones, tanto en su labor de investigadora como de maestra.

La primera fase de esta investigación va hasta diciembre del año 2024 y se espera su continuación el próximo año para permitir desarrollar estrategias y acciones educativas que beneficien a las personas sordas mayores en torno a los procesos sociolingüísticos, como parte fundamental del aprendizaje a lo largo de la vida de las personas sordas.

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