Desde hace diez años, Colombia tiene una ley que regula el acceso a la información para todas las personas, eso significa que tanto entidades del sector público como del privado deben idearse la manera para que la inclusión digital se logre. La clave está en diseñar los productos con las personas con discapacidad.
Alejandro Rodríguez navega en internet y las redes sociales usando Jaws, un lector de pantalla que le permite ser autónomo y encontrar la información sin ayuda de alguien más. Sin embargo, en algunas páginas el software queda en el ‘limbo’ cuando se topa con imágenes que no tienen texto alternativo o este se encuentra sobre colores que no lo dejan distinguir.
“La accesibilidad arranca desde la inclusión, no solo del simple uso de las herramientas”, asegura Jaime Enrique Cortés, experto e investigador en accesibilidad digital. Para él lo más importante es entender que se debe ir más allá del cumplimiento de la Resolución 1519 de 2020, que definió los requisitos en materia de acceso a la información pública, accesibilidad web, seguridad digital y datos abiertos, lo cual incluye aplicarla bajo el entendimiento del espectro de las discapacidades.
Esta resolución, robusta y suficiente de acuerdo con los expertos consultados, sigue los dictámenes de la Ley 1712 del 2014, que regula el derecho de acceso a la información pública.
“Si logras mantener esa implementación de las directrices de accesibilidad teniendo conciencia de que entre las categorías hay miles de personas con discapacidades variadas y en ese sentido a algunas les será útil y a otras no, puedes lograr una mejor accesibilidad”, explica César Patiño, consultor en accesibilidad y director de la Fundación Samuel Patiño.
Patiño y Cortés coinciden en que es importante seguir los siete principios del diseño universal (uso flexible, igual o equivalente, dimensiones apropiadas, bajo esfuerzo físico, seguridad, formación comprensible y uso simple y funcional), pero se debe avanzar hacia el diseño inclusivo, que busca facilitar el acceso para todos. Es decir, si se diseña una aplicación o un sitio web pensando en personas con discapacidad, este será accesible para todos. En cambio, si se hace en el sentido contrario, resultará excluyente.
Iván Darío Gómez Castaño, líder de Entornos Digitales de la Fundación Saldarriaga Concha, explica que la experiencia demuestra que la inclusión digital requiere un enfoque integral que combine diseño universal desde el inicio de cada proyecto con diferenciación clara de necesidades según el tipo de discapacidad; aprovechamiento efectivo de herramientas tecnológicas; participación activa de la comunidad en el desarrollo de soluciones y valoración de las conexiones presenciales como complemento digital.
En otras palabras, una persona con discapacidad debe poder navegar, interactuar, experimentar servicios, contenidos y otros productos digitales en la web con el mismo resultado exitoso que aquellos sin discapacidad.
Un buen ejemplo para entender esto puede ser el de los emoticones, tan populares en las redes sociales. Para Alejandra Peña, estudiante de 20 años y persona con discapacidad auditiva, los emoticones no siempre encajan en la conversación y dice que lo más importante para poder ser asertivos es usarlos con moderación, revisando que puedan ser interpretados por las ayudas y aplicaciones.
WhatsApp y Facebook son las plataformas más populares debido a su accesibilidad y facilidad de uso. Facebook, por ejemplo, tiene una gran colección de emoticones accesibles que pueden ser interpretados por lectores de pantalla, lo cual facilita la comunicación.
“Si se quiere ser incluyente en la comunicación escrita, lo primero que se debe hacer es realizar una prueba del emoji a utilizar para que sea muy acertado”, explica Patiño para quien la mejor manera de lograr el acceso inclusivo es trabajar ‘hombro a hombro’ con personas con discapacidad con el fin de entender sus necesidades y el uso de las herramientas.
Nada para nosotros, sin nosotros
“El reto más grande es que todos, el Gobierno y el sector privado asumamos el diseño universal como un punto de partida y contribuyamos para que la Inteligencia Artificial y las diferentes tecnologías posibiliten la accesibilidad de los contenidos, es algo más actitudinal que el mismo desarrollo de las tecnologías que ya se tiene a disposición”, afirma Iván Darío Gómez Castaño.
Es decir, si el interés de cumplir con la ley ya existe, funcionarios públicos y directivos de empresas deberían comprender que no tiene sentido diseñar un acceso digital para personas con discapacidades sin involucrarlas en la planeación e implementación.
“No se trata de que llegue un experto y diga qué se debe hacer pensando solo desde su investigación y el conocimiento del desarrollo de las herramientas. Se trata de crear ambientes colaborativos, de co-creación, porque de lo contrario termina en ese intervencionismo inútil que no permite desarrollar todo el potencial”, señala Cortés.
De allí la afirmación de ‘Nada sobre nosotros sin nosotros’, lema de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas, de 2016. Un asunto de la mayor trascendencia para hacer accesible la información.
Finalmente, Patiño señala un ingrediente adicional a los empresarios sobre la importancia de cumplir con las normas de accesibilidad digital y es la posibilidad que tienen de ampliar el alcance de sus productos y servicios con personas con discapacidad y con aquellas que tienen habilidades tecnológicas limitadas, como es el caso de algunas personas mayores.
“A los empresarios hay que hablarles de oportunidades de valor y una vez lo entienden, se logran grandes cosas”, explica.
En ese sentido, la integración de la accesibilidad digital no solo aporta a la inclusión sino también a nuevas oportunidades e incluso a una ventaja reputacional, lo que se traduce en retornos de rentabilidad y resultados.