Entrevistamos a cinco personas con diferentes discapacidades y ocupaciones. Nos contaron sobre su vida, cómo han vencido los obstáculos y sobre el papel que la tecnología y la innovación han tenido para sortearlos. Un asunto que en el Día Internacional de las Personas con Discapacidad se quiere destacar. Ver especial completo.
“Hay que tener la mente abierta y reaprender ciertos conceptos”, José Pedro Mora
José Pedro Mora es geólogo, profesor de Geofísica en la Universidad Industrial de Santander (UIS) y fue becario Fulbright Saldarriaga Concha. Con esta beca hizo una maestría en Geofísica en la Universidad de Oklahoma (Estados Unidos).
Su profesión estaba muy ligada al trabajo de campo abierto, pero después de un accidente tuvo que reenfocarla. Hace 15 años, un año después de graduarse del pregrado, viajó a Santa Marta con su familia y mientras hacía clavados en el mar se golpeó la cabeza con una piedra, lo que le produjo una cuadriparesia y lo llevó a usar silla de ruedas.
Para él fue algo fuerte porque su visión estaba en el trabajo de campo, pero se adaptó y reaprendió todo lo que hasta ese momento había aprendido en la universidad. Empezó a trabajar con sistemas de información geográfica, generar cartografía digital y analizar imágenes adquiridas por satélites y otras labores que lo han llevado a trabajar en exploración geológica en diferentes proyectos de Colombia.
“Hay que tener la mente abierta y reaprender ciertos conceptos. A mí me ayudó el deseo por ejercer la Geología, hubiera sido fácil dejarla y hacer otras cosas, pero traté de ejercer mi carrera de otra forma, con ayudas digitales. Las herramientas computacionales son mi fuerte”, dice.
Los avances tecnológicos y la innovación en diferentes áreas le permitieron ejercer su profesión de otra manera. Hoy combina este rol con otra gran pasión: enseñar. Asegura que en esta labor está en contacto con profesores y sus estudiantes ven en él todo su potencial, en lugar de centrarse en su discapacidad. También que la beca significó mucho porque fue la oportunidad de viajar a otro país, conocer personas de otras culturas, descubrir talentos y darse cuenta de que tiene mucho para ofrecer al mundo. Se enfrentó a retos que pudo sortear y compartió con expertos de múltiples áreas lo cual fue una gran oportunidad.
“Las personas no estamos limitadas a lo que pueda hacer el cuerpo, la mente no está limitada. También es importante la educación, es un pilar que tendría que tener en cuenta cualquier persona con discapacidad, debemos saber que tenemos muchas cosas para dar a la sociedad. Mi recomendación es nunca mirar lo malo, sino las posibilidades que existen de mejorar y de aportar a las personas que nos rodean”, indica.
“He tenido las oportunidades, no todas las personas con discapacidad las tienen”, Natalia Téllez
Natalia Téllez tiene 31 años es administradora de empresas y especialista en Finanzas. Trabaja en la Fundación Saldarriaga Concha en donde ha liderado diferentes proyectos desde la parte financiera.
Nació con un síndrome óseo que hace que sea de talla baja. “Mi invitación siempre es a trabajar, a mostrarnos como somos, a no sentirnos intimidados, ni inseguros de las capacidades que tenemos. Existe la discapacidad, pero todos tenemos competencias diferentes y debemos salir al mundo a mostrarlas”, dice.
Sin embargo, aclara que habla desde un lugar de privilegio porque ha tenido oportunidades que muchas personas con discapacidad no han tenido. Por ejemplo, tuvo educación privada y oportunidad laboral, que le han permitido dar a conocer su potencial.
“Algunas personas a pesar de que estudian, trabajan y se esfuerzan se encuentran con más obstáculos y con estereotipos. Por ejemplo, hay algunas empresas que consideran que si contratan a una persona con discapacidad van a tener que hacer ajustes significativos que pueden influir en su presupuesto, o que si la persona no cumple con el trabajo no la van a poder despedir, o asocian la discapacidad física -como en mi caso- a lo cognitivo y eso hace que sea un poco más difícil la interacción o que no lo tomen a uno en serio. Son muchos estereotipos y es muy difícil para una persona con discapacidad tener una vida cotidiana estable”, explica.
Las principales barreras a las que se ha enfrentado son físicas y están asociadas al entorno, que debe ser cada vez más accesible, pero que no han sido un impedimento para trabajar, estudiar y hacer las cosas que ha querido. Ha superado estas barreras con ajustes razonables al entorno en donde se desenvuelve.
“En mi trabajo siempre he considerado que un espacio inclusivo es aquel que todos podamos utilizar. Entonces, en lugar de que me hagan un puesto de mi tamaño utilizo un banco que me ayuda a usar mi puesto, y así mi puesto también lo pueden usar otras personas. Ese es un ajuste razonable”, agrega.
También señala que la tecnología ayuda a que las personas con discapacidad puedan tener mayor autonomía y accedan a la educación y al trabajo, ya que para muchas es mejor estudiar o laborar de manera virtual.
Especifica que la exclusión no la viven solo las personas con discapacidad, sino que todos en cualquier momento de la vida hemos sido o nos hemos sentido excluidos en alguna situación. Lo más importante, señala, es reconocer y aceptar nuestras capacidades y competencias, esto ayuda a tener una vida cotidiana estable, aunque reconoce que no es tan fácil.
“La tecnología permite aplicar a ofertas laborales de una manera fácil” Cristian Leguizamón
Cristian Leguizamón tiene 27 años, es estudiante de sexto semestre de Ingeniería Industrial y trabaja como auxiliar de operaciones en una entidad bancaria de Bogotá.
Desde los 6 años ha ido perdiendo la movilidad en las piernas debido a algunas cirugías, razón por la cual debe usar bastón para movilizarse y unas férulas en las piernas.
“Ha sido bastante fuerte porque yo no nací con esta condición. Alcancé a correr, a jugar fútbol y a hacer otras cosas. Me ha impactado emocional y físicamente, pero gracias a mi familia y amigos he podido superarlo y no he llegado a niveles críticos como depresión”, dice.
Una de las principales barreras es poder ser incluido laboralmente. Lo llamaron a varias entrevistas por su experiencia y el manejo de algunas herramientas, pero, cuenta que, cuando lo veían llegar con bastón, decidían no continuar con el proceso de selección.
“Es complicado entender que hay un mundo laboral en el cual no contratan a las personas con discapacidad porque creen que uno se la va a pasar en citas médicas o que no es apto para el trabajo. Ese prejuicio no le permite a uno avanzar, es absurdo porque no se dan la oportunidad, incluso cuando uno demuestra con pruebas y con entrevistas que es apto para el trabajo, deciden no contratar por una condición física”, expresa.
Sin embargo, Cristian resalta los beneficios que le ofrecen la tecnología y la innovación. Por ejemplo, dice que la tecnología permite aplicar a ofertas laborales de una manera más fácil y evita desplazamientos innecesarios, que son un problema, en particular, para personas con discapacidad.
En cuanto a la innovación dice que ha permitido que herramientas como soportes de movilidad, férulas u otras, que antes eran prototipos arcaicos, hoy en día sean mucho más cómodas. “En mi caso, tengo que usar una férula en cada pierna y, gracias a su diseño específico, me ayuda a movilizarme mucho mejor y a usarla debajo del pantalón sin que sea tan notorio”, añade.
Hace nueve meses está trabajando con una entidad bancaria. Vio que la oferta decía que era para personas con discapacidad y se postuló de una vez consciente de que ya no tendría que enfrentarse al prejuicio de las empresas. Lo llamaron, lo entrevistaron y quedó contratado.
“En la vida siempre hay que mirar hacia adelante”, Jaderson Chavarro
Hace 15 años Bogotá vio llegar a Jaderson Chavarro, un caqueteño que arribó en busca de oportunidades. “Antes vivía en el campo, feliz y tranquilo, pero no tenía acceso a escolaridad ni a otras oportunidades de crecimiento. La vida se compone de un constante aprendizaje y estoy contento con los logros que he obtenido hasta ahora”, dice.
La discapacidad que tiene Jaderson está relacionada con la osteomielitis, una infección de los huesos que ha llevado a los médicos a ir acortando el hueso fémur. Cuando se enteró sobre su situación de salud a los 26 años fue un golpe duro para él. Se aisló y pensó que su vida había terminado, pero cambiar de actitud lo sacó adelante.
El cambio se dio cuando conoció a un grupo de personas con discapacidad en una asociación de Piedecuesta (Santander). Aunque tenían situaciones muy complejas, algunas solo podían mover los ojos y la boca, se veían alegres.
“En la vida siempre hay que mirar hacia adelante, las enfermedades y las secuelas que dejan no es lo que uno espera, pero siempre que uno se cae toca levantarse y seguir. A todas las personas se les presentan barreras, tengan o no discapacidad”, asegura.
Al llegar a la capital no tenía estudio y solo conocía a una persona, que fue quien le dio posada. Para buscar trabajo, salía a la calle, se ubicaba en donde más transitaba gente y les pedía trabajo a algunas personas. Así lo llamaron de una fundación para trabajar en un call center.
“Ahí arrancó todo, fue una bendición de Dios”, recuerda. La condición era que tenía que estudiar y la cumplió. Terminó la primaria, el bachillerato y después hizo un programa técnico en el Sena y algunos cursos.
Actualmente tiene dos hijos y su esposa ha sido su mano derecha, con quien tiene una sociedad que comenzó con unas ollas, una estufa y sin conocimiento. Gran Pradera, así se llama su empresa, es de chicharrones que vende en paquetes de 30 y 50 gramos a distribuidores que luego los llevan tienda a tienda. “Hay que seguir avanzando, esto apenas es como el segundo o tercer escalón de una escalera que estamos subiendo todos los días. Toca seguir subiendo”, señala Jaderson, de 44 años.
“Las personas con discapacidad no estamos enfermas, tenemos una forma particular de estar en el mundo”, Rafael Pabón
Rafael Pabón es educador, investigador y consultor de diferentes organizaciones. Ha trabajado asesorando secretarías de Educación e instituciones educativas en temas relacionados con la atención a la diversidad y la sistematización de experiencias educativas.
Cuando tenía 7 meses de edad tuvo poliomielitis, una enfermedad causada por un virus que puede infectar la médula espinal y ocasionar parálisis en algunas partes del cuerpo, por lo que es usuario de sillas de ruedas.
“El tipo de discapacidad que yo tuve es diferente a otras en el sentido que yo nunca caminé, fue parte inherente a lo que yo era, distinto a quien recibe un disparo, a quien cae en una mina quiebra patas o a quien tiene una discapacidad adquirida”, explica.
Al narrar parte de su historia de vida dice que ha sido afortunado al tener oportunidades educativas y laborales que muchas personas en Colombia no tienen.
“Estudié en un colegio regular; es decir, con niños y niñas con y sin discapacidad, sólo fue necesario hacer algunas adecuaciones, lo que hoy se conoce como educación inclusiva, cuando por lo general los niños con discapacidad iban a colegios especiales en donde están solo con estudiantes con discapacidad. Estar en un colegio especial, apartado de otros estudiantes, es discriminación al pensar que no tienen las mismas capacidades para un desarrollo intelectual y de habilidades”, agrega.
Aunque dice que la educación cambió su vida como la de cualquier persona, en la medida en que generó oportunidades y permitió el desarrollo de talentos, no es suficiente. También contó con la suerte de tener una familia que le prestó rehabilitación, atención, opciones de salud y que le exigió igual que a sus hermanos. La discapacidad no fue una excusa para dejar de cumplir con sus responsabilidades en la familia y en la comunidad.
Ante esto enfatiza que la sobreprotección, en cualquier caso, es una manera de impedir el desarrollo de la vida independiente. Y que, aunque las personas con discapacidad necesitan apoyo para la vida diaria, pueden tener una vida autónoma e independiente, tomar sus propias decisiones, soñar, tener una familia, etc. “El principal mensaje para las personas con discapacidad es que nunca renuncien a su libertad ni a su autonomía. Necesitar apoyo no nos convierte en incapaces”.
En cuanto a las barreras, expresa que las personas con discapacidad se enfrentan a muchas porque el medio físico y cultural no está diseñado para la población que tiene condiciones y necesidades particulares. “La principal barrera es cultural. Las personas juzgan a quienes tienen discapacidad como incapaces o como héroes que superan una cantidad de dificultades. Esto es una forma de discriminación o de marginación”.
Concluye diciendo que las personas con discapacidad no están enfermas, sino que tienen una forma particular de estar y de moverse por el mundo; así como de sentir el mundo, en el caso de personas con discapacidad visual o auditiva; o de juzgar y evaluar el mundo, en el caso de las personas con discapacidad intelectual y psicosocial.