Han pasado 30 años desde que más de 300 personas en representación de 92 gobiernos y 25 organizaciones internacionales se reunieron en Salamanca (España) para promover la Educación para Todos. Y para celebrar este importante aniversario, la Unesco reunió en París (Francia) a representantes de alto nivel de los ministerios de Educación, de la cooperación internacional y de ONGs con el fin de dialogar sobre cómo los países están priorizando y promoviendo la inclusión en la educación.
Colombia participó en este relevante evento, que se realizó entre el 13 y 15 de marzo, con una delegación integrada por académicos, expertos y representantes de organizaciones que trabajan por la educación inclusiva, entre otros.
Por ejemplo, Marisol Moreno, consultora Capacidades&Desarrrollo humano e inclusión social, estuvo presente. Ella nos hizo un balance de estas tres décadas de la Declaración y qué desafíos sigue teniendo el mundo para que se cumplan los compromisos contenidos allí.
¿Qué balance hace sobre los compromisos asumidos en la Declaración de Salamanca?
Aunque se han generado transformaciones gracias a la Declaración de Salamanca como, por ejemplo, que haya una educación para todos, que los estudiantes con discapacidad lleguen a las instituciones educativas y que se generaren ajustes para que puedan permanecer, ahora el reto tiene que ver con la calidad de la educación que van a recibir. Es decir, se debe pasar de la presencia a la permanencia y participación.
En ese sentido, se proponen muchas intervenciones sobre el currículo, la formación de los docentes, la generación de alianzas y, de manera muy importante, sobre la financiación. Sin embargo, todo esto se enmarca en el reconocimiento de que la educación inclusiva no es solo del sector educativo, sino que debe ser una respuesta sistémica y estructural a los retos de lo que significa estar todos juntos en las instituciones educativas.
También se debe reconocer que la educación inclusiva no es solo es un tema del ecosistema educativo. La sociedad debe ser inclusiva y, por lo tanto, debe existir un único sistema educativo en donde todos y todas, independientemente de las condiciones, la situación, las experiencias y las potencialidades puedan estar y participar.
Tal vez uno de los aspectos más llamativos es la claridad con la que ahora se entiende que la educación inclusiva no solo se refiere a la participación de los estudiantes con discapacidad y su valoración como miembros activos de la comunidad educativa, sino de todos los grupos poblacionales. Es el reconocimiento de la diversidad humana en todo su despliegue.
¿Qué avances hay en Colombia en cuanto a educación inclusiva?
En Colombia son muchos los avances, pero también los retos. Como gran avance está el desarrollo normativo que es transectorial y transpoblacional, que busca que todas las personas sin distinción vayan al sistema educativo y que este se transforme para no dejar a nadie atrás. Por otro lado, los colectivos de las personas con discapacidad se están uniendo, están conversando entre sí y están avanzando hacia una mayor inclusión.
Un avance más es el hecho de que ahora las personas con discapacidad están al frente y liderando las políticas más importantes que hay en el país, como es el caso de Anderson Henao, director del área de discapacidad en el naciente Ministerio de Igualdad y Equidad, quien es un líder y académico con discapacidad; Geovani Melendres, director del Instituto Nacional para Sordos (INSOR) y, seguramente, muchos casos más que nos permiten ver esos avances en los cuales Colombia se ha venido comprometiendo.
¿Y en cuanto a los retos o desafíos que menciona?
El principal desafío es comprender que la inclusión no es un tema particular del sector educativo, ni de las personas con discapacidad, sino que son las preguntas y respuestas por las diferencias, por la diversidad, por las distintas maneras de existir en el mundo, de participar y contribuir. El desafío es que todos y cada uno de los colombianos y ciudadanos de la aldea global reconozcan en el otro a un par, independientemente del género, etnia, condición socioeconómica, raza, procedencia, estatus, capacidad, manera de pensar, todos lo elementos que identifican a un sujeto.
En la medida en que no se reconozca esa diversidad y que se vea como algo negativo, y no como algo que suma, definitivamente la educación inclusiva va a seguir en un camino lento. Lo que está pasando en el mundo, las distancias, las divergencias, las guerras, los conflictos nos muestran que como especie humana estamos optando más por la eliminación del que es distinto y piensa distinto a mí.
Por eso, ahora tiene más sentido la educación inclusiva porque es una apuesta global que nos recuerda a todos los seres humanos que tenemos derecho a existir, habitar, compartir y estar juntos en las diferencias que suman para no dejar a nadie atrás. Como se dijo en el marco de la celebración de estos 30 años de la Declaración de Salamanca, la educación inclusiva no puede esperar más, tiene que ser ya.
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