Habilidades socioemocionales e inclusión
22 noviembre, 2020

Existe una profunda relación entre las habilidades socioemocionales y la inclusión, porque estas habilidades, también llamadas ´habilidades blandas´ son el conjunto de herramientas que nos permite a los seres humanos vincularnos con nosotros mismos, con el otro y transitar de una manera adecuada a lo largo de la vida.

El Doctor en Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, Vicente E. Caballo, las define en su libro Manual de evaluación y entrenamiento para las habilidades sociales’ como “el conjunto de conductas emitidas por un individuo en un contexto interpersonal que expresa los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de ese individuo de un modo adecuado a la situación, respetando a los demás, y que generalmente resuelve los problemas inmediatos a la situación mientras minimiza la probabilidad de futuros problemas”.

Como su nombre lo indica, las habilidades socioemocionales tienen dos componentes: los sociales, relacionados con la capacidad de las personas de comunicarse, interactuar y establecer relaciones interpersonales positivas; y los emocionales, aquellos que tienen que ver con autoconocimiento,  regulación de emociones, pensamiento crítico y resolución de problemas.

“Históricamente las habilidades duras, es decir, las de conocimiento amplio, eran consideradas las únicas funcionales tanto en las áreas académicas como laborales del individuo. Sin embargo, las habilidades socioemocionales han empezado a cobrar igual importancia, en la medida en que se comenzó a evidenciar el impacto que tienen no solo en el entorno educativo y profesional de una persona, sino también en la construcción integral de su proyecto de vida”, explica Lina María González Ballesteros, Líder de Salud y Bienestar de la Fundación Saldarriaga Concha.

De igual forma, son un factor protector de la salud mental, pues mejoran la autoestima de los individuos, promueven la empatía y el buen trato con los demás. Según la Organización Mundial de la Salud, “mejorar las habilidades sociales, la capacidad para resolver problemas y la autoconfianza puede ayudar a prevenir algunos problemas de salud mental, como los trastornos de la conducta, la ansiedad, la depresión y los trastornos alimentarios, así como otros comportamientos de riesgo, por ejemplo los relacionados con las conductas sexuales, el abuso de sustancias o los comportamientos violentos”.

Habilidades socioemocionales: ¿nacen o se hacen?

Que una persona tenga o no habilidades socioemocionales es el resultado de un proceso multifactorial. “Existen varios componentes, entre ellos, el biológico, el genético, el contexto y el aprendizaje”, dice Lina María González. Si bien, los elementos biológicos y genéticos pueden crear una predisposición para que una persona cuente en mayor o menor medida con estas capacidades, el contexto y el componente de aprendizaje son determinantes.

Las habilidades socioemocionales se empiezan a construir desde la infancia, por eso colegio y la familia son los primeros escenarios donde las personas deben entrar en contacto con las herramientas para desarrollarlas. Sin embargo, es clave entender que se trata de un proceso dinámico que depende de los estímulos que se reciben y las situaciones que se enfrentan, por lo tanto, deben ser entrenadas y alimentadas a lo largo de la vida.

El valor de las habilidades blandas en la escuela

Susan Sheridan, psicóloga especializada en educación escolar y directora del Centro de Investigación de Niños, Familias y Escuelas de Nebraska, dio para un artículo publicado en la Revista Semana, un ejemplo bastante esclarecedor sobre la relevancia que tiene la enseñanza de las habilidades socioemocionales en la etapa escolar: “De todas las competencias, lo que te va a definir en la vida no es qué tanto sepas de álgebra, sino cómo te va en una entrevista de trabajo, o qué tan puntual eres o cómo tener relaciones sanas con los demás. Todo esto hace a una sociedad más feliz y compenetrada”.

Las habilidades sociales y emocionales están ganando cada vez más espacio dentro de las agendas educativas de los gobiernos y las instituciones. La razón se encuentra, en parte, en la globalización y la revolución tecnológica y digital, que en cuestión de años ha llevado al planeta entero a replantear las dinámicas mediante las cuales nos comunicamos y relacionamos.

“Sabemos que el preparar a los estudiantes solamente con habilidades técnicas o académicas no será suficiente para que logren el éxito. Las habilidades sociales y emocionales tales como la perseverancia, la afabilidad, la atención plena, el coraje o el liderazgo son fundamentales”, asegura Andreas Schleicher, Director Educación y Habilidades de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos  (OCDE).

Además de influir en una amplia gama de logros a lo largo de la vida, según la OCDE, estas también tienen efectos sobre otros atributos como lo son las habilidades cognitivas, entre las que se encuentran la competencia verbal y numérica.

Aura Margarita Jojoa, docente orientadora de la Institución Educativa Vasco Núñez de Balboa, ubicada en el municipio de Balboa, en el departamento del Cauca, considera que la cognición y la emoción no son dos mundos aparte. Para ella, lograr que los niños y niñas tengan una carga afectiva o emocional positiva frente a determinado aprendizaje, hace que este sea mucho más efectivo. “Debemos buscar que los docentes implementen estrategias significativas que generen emoción, inquietud y curiosidad en los niños, para que se les facilite proyectar los aprendizajes.

Si el estudiante no relaciona lo que se le está enseñando como una experiencia positiva, este se va a bloquear o simplemente no va a aprender”, dice.

Por eso, la docente considera que es fundamental trabajar con los niños y niñas el fortalecimiento de habilidades como el autoconocimiento y la regulación de emociones: “necesitamos que aprendan a reconocer cómo se están sintiendo, pero también que puedan reflexionar sobre esos sentimientos y expresar en palabras la manera en la que perciben ciertas situaciones”.

Las habilidades socioemocionales: herramientas educativas en tiempos de COVID

El año pasado, Aura Margarita Jojoa hizo parte del proyecto ‘Emociones Conexión Vital’, un programa realizado en desarrollo de un convenio con el Ministerio de Educación y el apoyo técnico del Ministerio de Salud, que formó en la metodología de resiliencia desarrollada por la Fundación Saldarriaga Concha a 350 docentes y docentes orientadores de Valledupar, Sincelejo, Quibdó, Buenaventura y Popayán.

“Fue una experiencia muy oportuna y hasta premonitoria para todo lo que se venía por cuenta de la pandemia. Nos preparó para poder contar con las herramientas tanto personales como profesionales para apoyar no solo a los alumnos, sino también a los profesores y padres de familia”, cuenta Jojoa.

Debido a la coyuntura que envió desde principio de año a los estudiantes del país a continuar con sus estudios desde sus casas, el reto para Aura Margarita y los otros dos docentes orientadores de la Institución Educativa Vasco Núñez de Balboa ha sido facilitar la comunicación efectiva entre docentes, padres y estudiantes.

“Hemos realizado ejercicios de empatía con los profesores para que puedan entender las situaciones por las que están atravesando las familias en este momento y apliquen estrategias de flexibilización de los currículos académicos; también hemos guiado a los padres de familia en temas de resolución de conflictos y manejo de frustración y, a los niños y niñas, en gestión de emociones, porque este cambio ha resultado estresante para muchos de ellos y han perdido la motivación”, explica la docente.

A través de diferentes campañas que difunden por WhatsApp y una línea de atención disponible para los padres busquen asesoría, los docentes han logrado avances importantes. “Los niños, que en un principio estaban reacios a recibir instrucciones de sus padres y cuidadores, empezaron a ser más receptivos y responsables con su proceso educativo. Cumplen los horarios de trabajo en casa, piden ayuda, hacen sus tareas. Las familias por su parte, se están involucrando más en el aprendizaje de sus hijos. Se está convirtiendo en una experiencia muy enriquecedora para todos”, concluye Aura Margarita.

Transición del colegio a la universidad: decisiones difíciles por tomar

Las habilidades socioemocionales no solo tienen efectos positivos en la etapa escolar. Estas también son determinantes en el tránsito de los jóvenes hacia la universidad y, posteriormente, la vinculación al mundo laboral.

Con el objetivo de identificar cuáles son los componentes determinantes a la hora de mitigar las barreras que existen en las trayectorias educativas y profesionales de las personas, la Fundación Corona creó hace cuatro años el Modelo de Empleo Inclusivo. “Este programa está dirigido a jóvenes de noveno, décimo y once que deben tomar decisiones definitivas para su vida”, cuenta Laura Lozano, coordinadora del Modelo de Empleo Inclusivo de la Fundación Corona.

“Hay estudios alrededor del mundo en el que se evidencia la importancia de la orientación en tres líneas: el autoconocimiento, información sobre cómo funciona el sistema educativo e información sobre cómo funciona el mundo laboral. Una orientación con estos componentes, permite guiar las expectativas de los jóvenes para que puedan tomar decisiones informadas respecto a su proyecto de vida. Como resultado, aumenta la proporción de estudiantes que se gradúan del colegio y continúan con sus estudios superiores”, concluye Lozano.

El proyecto ‘Emociones Conexión Vital’ y el ‘Modelo de Empleo Inclusivo’ son algunos de los muchos esfuerzos que se han venido realizando a lo largo del territorio colombiano, en los que se involucran componentes de habilidades blandas en el escenario escolar. Según Lina María Aristizabal, líder de Educación y Formación de la Fundación Saldarriaga Concha, “el reto que tiene por delante el sistema educativo es fortalecer una política para fomentar el desarrollo de habilidades y competencias socioemocionales a lo largo de la trayectoria educativa, que además de dar herramientas para la gestión emocional, la resiliencia y resolución de problemas, ayude a mejorar los aprendizajes y el bienestar de los estudiantes y la comunidad educativa”.

“En la medida en la que la enseñanza de estas capacidades se vuelva transversal a todo el proceso educativo, no solo impactará positivamente el nivel académico de los estudiantes, sino también, las decisiones que estos tomen respecto a su vida personal, profesional y laboral, una vez terminen el colegio”, concluye Lina María González Ballesteros.

La familia: aprender por medio del ejemplo

La infancia y la adolescencia son dos periodos trascendentales para el aprendizaje y desarrollo de las habilidades socioemocionales. De ahí a que el colegio y la familia, como primeros escenarios de socialización, sean fundamentales para que los individuos aprendan a desenvolverse en la sociedad.

En el caso de la familia son las acciones cotidianas las que se convierten en prácticas formativas para los niños y niñas: “No hay mejor manera de educación que el ejemplo. En la medida en que los padres cuentan con la capacidad para regularse emocionalmente, tomar decisiones asertivas, resolver conflictos y reflexionar sobre sus propios sentimientos, es más probable que los hijos, a través de la observación, puedan aprender a desempeñarse de la misma manera”, explica Lina María González, Ballesteros, Líder en Salud y Bienestar de la Fundación Saldarriaga Concha.

En situaciones en donde las personas se encuentran en condiciones de vulnerabilidad, como las derivadas de la violencia o el difícil acceso a servicios básicos como salud, educación y protección, es primordial, además, que la familia se convierta en un espacio de resiliencia.

Según la Encuesta Nacional de Salud Mental de 2015, un alto porcentaje de la población colombiana ha experimentado en su vida algún tipo de violencia. Esto está relacionado en parte, con el hecho de que esta sea aceptada por casi un cuarto de la población como método de crianza o mediación de problemas. Por otro lado, según el mismo documento, a los colombianos nos cuesta trabajo reconocer las emociones del otro.

Pensando en esto, durante el 2019, la Fundación Saldarriaga Concha y la Universidad del Norte, en alianza con la Fundación Luker, desarrollaron ‘ReHaSer-Resiliencia y Habilidades para la Consolidación del Ser’, una estrategia de intervención integral dirigida a 59 niños y niñas entre los 6 y 11 años, 40 familias y 16 maestros de las veredas de El Limoncito y Buenos Aires del municipio de Necoclí, Antioquia.

El programa trabajó temáticas de desarrollo psicoactivo, educación emocional y promoción de la resiliencia en la infancia y la adolescencia. Como resultado, las conductas violentas al interior de las familias comenzaron a cambiar para abrir paso al diálogo. Además, los padres manifestaron mayor interés en el proceso de desarrollo de sus hijos y se observaron cambios favorables en sus niveles de ansiedad.

“Mi esposo y yo aprendimos a comunicarnos mejor con nuestro hijo, a preguntarle cómo se siente, a escucharlo. Aprendimos que nunca debemos maltratarlo, sino que hay que acercarnos a él con amor para explicarle qué está bien y qué está mal”, cuenta Rosmira Nolasco, beneficiaria de la vereda de Buenos Aires.

El resultado de una adecuada educación socioemocional al interior de la familia, basada en el fortalecimiento de valores como la tolerancia, el diálogo, la empatía y el reconocimiento de los sentimientos propios, es que las personas se desarrollan seguras emocionalmente, capaces de entablar relaciones sanas y de tomar decisiones que influyan positivamente en su proyecto de vida y en su entorno.

“A través de este proyecto, los padres mejoraron su percepción de salud emocional, regulación de sentimientos y emociones, y adquirieron herramientas para lograr sobreponerse a los retos y dificultades de la vida diaria, algo que a mediano y largo plazo no solo se verá reflejado en los comportamientos de sus hijos al interior de los hogares, sino también en la forma en la que todos los miembros de la familia se relacionan con su comunidad”, concluye González Ballesteros.

Resiliencia en la Vejez

La resiliencia en la vejez es para el profesor y Doctor en Psicología de la Universidad del País Vasco, Juan de Dios Uriarte Arciniega, la manera en la que las personas afrontan los cambios biológicos, sociales y psicológicos que aparecen en esta etapa de la vida, así como las adversidades y los estigmas sociales que pueden existir sobre el envejecimiento.

Es además, la sombrilla bajo la que se fortalecen habilidades socioemocionales como la autoestima, el autoconcepto y el reconocimiento y la gestión de emociones, que les permiten a las personas mayores sentirse individuos funcionales dentro de una sociedad. “Un envejecimiento resiliente es el modo de vivir el presente y el futuro con optimismo, sin añoranzas por el pasado, para seguir sintiendo, pensando, queriendo, participando y autorealizándose”, señala Uriarte.

Con el objetivo de favorecer una vejez digna, saludable, productiva y resiliente en Colombia, la Fundación Saldarriaga Concha, en alianza con la Fundación Luker, la Universidad de Caldas, la Universidad Autónoma de Manizales, el Ceder, Finanfuturo – Actuar Microempresas, Confa y  la Alcaldía de Manizales, desarrolló el programa ‘Me Cuido Activo’, un modelo de cuidado dirigido a adultos mayores, así como a sus familias y cuidadores, que ha impactado a 450 personas con más de 60 años de diferentes condiciones sociales.

Me Cuido Activo’ cuenta con un componente de resiliencia y resolución de conflictos con un enfoque multigeneracional, que le apuesta a generar una mayor capacidad de afrontamiento, superación y adaptación de las personas mayores, frente a eventos traumáticos o de alto impacto que los afecten o los haya afectado en el pasado.

“Gracias a estos espacios, se pudieron evidenciar en beneficiarios y familias, una mayor consciencia respecto a la importancia del autocuidado y la necesidad de que se activen como miembros fundamentales de la comunidad”, cuenta Lina María González Ballesteros, Líder en Salud y Bienestar de la Fundación Saldarriaga Concha.

Según Uriarte Arciniega, los procesos psicológicos positivos que hacen a las personas mayores resilientes contribuyen a disminuir reacciones de emociones negativas como el estrés, la frustración y la depresión, y a mantener adecuados niveles de salud, bienestar, y participación social y comunitaria.

La familia, como un espacio por excelencia para el aprendizaje de las capacidades sociales y emocionales del ser humano, juega un papel  fundamental en el fortalecimiento de estos procesos, propiciando formas de relacionamiento que les permita proyectarse como personas útiles, valiosas e importantes para la comunidad.

El mundo laboral y la reivindicación de las habilidades blandas

Un estudio que realizó la Universidad de Harvard, en conjunto con Carnegie Foundation y Stanford Research Center, indicó que el éxito en el desempeño de un profesional se debe en un 85% al desarrollo de sus habilidades socioemocionales y en un 15% a su conocimiento técnico.

En la actualidad las habilidades blandas son altamente valoradas y buscadas en el mundo laboral, pues aportan un carácter diferencial altamente observable en los equipos de trabajo. “Si bien es cierto que los diplomas aseguran un conocimiento específico para desarrollar ciertas labores, las empresas no definen sus perfiles basados únicamente en este aspecto, sino también en qué esperan de un empleado con respecto a sus relaciones interpersonales”, asegura Lina María González Ballesteros, Líder en Salud y Bienestar de la Fundación Saldarriaga Concha.

Además de favorecer el ingreso al mundo laboral, las competencias blandas aportan en términos de sostenimiento en los puestos de trabajo y crecimiento dentro de las compañías. “Los empresarios y expertos sugieren que los empleados que destacan sobre los otros por este tipo de habilidades, son retenidos por las organizaciones y tienen más probabilidades de avanzar dentro de ellas”, señala Alejandra Arenas, Directora Ejecutiva de la ONG Best Buddies Colombia.

Una oportunidad para las personas con discapacidad

En las personas con discapacidad, el impacto de estas competencias así como las posibilidades de desarrollarlas son las mismas que en el resto de la población. Sin embargo, el reto con esta población está en que el vacío que tienen en esta área es aún más grande.

La razón, explica Lina María González Ballesteros, es que en muchos casos las familias tienden a sobreproteger a sus hijos e hijas con discapacidad. “Esto no les permite desarrollar ciertas habilidades sociales y, como consecuencia, pueden presentar dificultades para cumplir horarios, entregar un trabajo a tiempo, dirigirse de cierta manera a las personas o respetar a la autoridad”.

En el marco del acuerdo de cooperación técnica celebrado entre el BID y la Fundación Saldarriaga Concha, Best Buddies Colombia desarrolló un Modelo de formación de personas con discapacidad en habilidades socioemocionales para la empleabilidad, que busca la identificación y el fortalecimiento de este tipo de competencias, así como el conocimiento de la ruta de empleabilidad.

El curso, que dura 120 horas, está conformado por cuatro módulos: el primero orientado a la estructuración del proyecto de vida; el segundo y tercero al trabajo de las habilidades socioemocionales y la ética, y un último dedicado a la elaboración del perfil profesional y la inmersión en el mundo del trabajo.

Actualmente, Brett Ortiz, un joven de 24 años con discapacidad intelectual, se encuentra cursando el tercer módulo del taller: “Hasta ahora he podido identificar en mí habilidades como la adaptación, el compromiso, la empatía, y el trabajo equipo. Y me encuentro trabajando en otras que se me dificultan como la toma de decisiones, la tolerancia a la presión y el manejo del tiempo”. Brett quiere un trabajo en estantería. “Mi objetivo con este taller es poder tener una entrevista de trabajo y entrar a una empresa para poderles demostrar a las personas que me han apoyado de lo que soy capaz”.

“Para los participantes tiene un gran valor este espacio, ya que les permite trabajar el autoconocimiento, identificar cuáles son las habilidades con las que cuenta y con las que no y estructurar su proyecto de vida. Además, los hace conscientes de sus derechos y deberes en relación con la empleabilidad, y de herramientas que necesitan para desempeñarse en una entrevista de trabajo, organizar su hoja de vida y presentar pruebas de selección”, concluye Arenas. El mundo laboral, con sus características de competitividad, transformación, digitalización e inserción de tecnología, requiere cada vez más personas con altas competencias socioemocionales. Best Buddies Colombia se dio a la tarea de indagar sobre el tema en el sector empresarial del país y realizó un estudio documental sobre las habilidades blandas más solicitadas por los empresarios.

El resultado arrojó un listado de 32 habilidades. Las cinco que más puntuaron fueron la comunicación, el trabajo en equipo, la adaptación, la resolución de conflictos y la creatividad. “Adicionalmente, algo que llamó la atención del estudio fue la insistencia de los empresarios en trabajar la ética”, dice Arenas.

Sin embargo, en Colombia sigue existiendo un déficit de estas habilidades entre la población. “Aunque no existe suficiente información que nos permita identificar si hay una alta o baja formación en esta área, la alta demanda de profesionales con este tipo de competencias es un indicador de que hay que potenciarlas más”, señala Laura Lozano, coordinadora del Modelo de Empleo Inclusivo de la Fundación Corona.

Y el trabajo de potenciarlas, concluye la Directora Ejecutiva de Best Buddies, es un proceso integral que no solo concierne a las personas en su ámbito individual, sino también a la familia, la escuela y la sociedad en general. “Debe ser un trabajo sistémico y sistemático que solo se podrá lograr si hay cambio de paradigma sobre la verdadera incidencia de las habilidades socioemocionales en todos los ámbitos en los que se desenvuelve el ser humano”.

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