En el camino que ha tomado Colombia hacia una educación inclusiva, los profesores se han convertido en gestores de cambio con proyectos que le apuntan no solo a recibirlos en las aulas de clase, sino a entender sus necesidades e impartirles educación de calidad. La tecnología es un camino para abrazar la inclusión desde las aulas de clase
Por: Diana Marcela Franco
La palabra inclusión se ha popularizado en los últimos años. Este concepto, que hace referencia a las acciones que nos permiten como sociedad dar respuesta a todas las formas de diversidad, se ha masificado a través de diferentes medios; desde los discursos políticos hasta las campañas de publicidad, en todos ellos se habla sobre la necesidad de abrazarla y de promover su representación en cada escenario de la vida.
A pesar de esto, no deja de verse como algo lejano. Así lo veía Mauricio, un docente licenciado en español y filología que, a pesar de contar con una vocación educadora inquebrantable, no se había detenido a pensar en esta realidad.
Hasta que la inclusión le llegó a su casa. Tuvo una hija con Síndrome de Down.
“Uno de cada mil niños nace con Síndrome de Down. Eso quiere decir que 999 hogares siguen viendo esta condición desde la distancia. Si todos tuviéramos la inclusión en nuestras vidas, dejaríamos de considerarlo un asunto de los demás y seríamos más consientes”, cuenta el profesor a la Fundación Saldarriaga Concha.
Desde agosto de 2017 un decreto, el 1421, hizo posible que en Colombia la inclusión llegara, tan repentinamente como lo hizo al hogar de Mauricio, a las aulas de clase de todo el territorio nacional. Con esta decisión, basada en el derecho de todo niño o niña de acceder a la educación, las personas con limitaciones físicas, mentales, sensoriales o múltiples pudieron acceder al sistema educativo con el resto de la población.
“Aunque se trata de una apuesta importantísima y un avance hacia la educación equitativa e incluyente, este decreto conlleva a unos retos gigantescos con relación a los recursos, a las políticas públicas y a la formación del talento humano de los maestros”, expresa Lina Aristizábal, Líder de Educación y Formación de la Fundación Saldarriaga Concha.
De los 10.104.697 millones de estudiantes que estaban matriculados en el sistema educativo para el 2018, 208.443 eran niños y niñas con algún tipo de discapacidad. Ante este panorama el maestro pasa a convertirse, más que nunca, en una figura fundamental en el proceso de aprendizaje de esta población.
Motivado por una pasión personal y profesional hacia la enseñanza de la lectura y la necesidad personal de encontrar las herramientas que le faciliten, en un futuro no tan lejano, el proceso de aprendizaje a su hija, Mauricio decidió que, para la tesis de su maestría en Informática Educativa en la Universidad de La Sabana, iba a trabajar la enseñanza de la lectura a niños y niñas con Síndrome de Down a través de la tecnología.
Este docente creó un material educativo digital, ‘abcdown.ctadesarrollos.com’, que está diseñado de manera abierta para que cada estudiante construya una ruta única hacia la alfabetización. “Todos los individuos aprendemos de forma distinta. Entendí que no puedo llegar a decirle al niño este es el camino, así va a aprender. Soy yo, el educador, el que tengo que identificar cómo arpende y acompañarlo”.
Tras seis meses de implementación en un grupo focal de cuatro alumnos, los resultados, describe el profesor, fueron maravillosos: “En la prueba final encontramos que los estudiantes reconocían las vocales, algunas sílabas y hasta ocho palabras de las once que plantea el material educativo”.
Hay camino por recorrer, admite Mauricio, pero su proyecto le dejó una conclusión: “El recurso digital sí aporta a la alfabetización de los niños con Síndrome de Down. Generan un progreso importante en cuanto a la disposición de los niños. Ellos tienen mucha empatía con la tecnología y esto nos dice que vamos por la ruta correcta”.
Su hija apenas tiene tres años, pero él espera, para cuando llegue el momento, contar con un material digital mucho más completo para poder guiarla en su proceso de formación lectora.
El reto de educar a los maestros
María Beatriz Mesa trabaja en el colegio Colombo Inglés de Valledupar desde hace nueve años. A ella le preocupaban las falencias que existían en cuando a la ayuda que los niños con dificultades requerían por parte de los maestros. “Me pongo en la tarea de identificar cuáles eran esos estudiantes y encuentro que muchos de ellos tenían Coeficiente intelectual limítrofe, Asperger, Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), Síndrome de Tourette y que en algunos casos la institución ni siquiera contaba con pleno conocimiento de sus diagnósticos”.
Ese fue el comienzo de ‘Colombo Incluyente’, un proyecto dirigido a los maestros que busca sensibilizarlos y capacitarlos en educación inclusiva. “Por ley los colegios y los profesores deben incluir a estos niños y niñas en sus aulas, pero el gran problema es que no están capacitados para guiar estudiantes con estas condiciones. Eso me motivó, en medio de mi maestría en Informática Educativa, a escoger la línea de inclusión y tecnología”.
María Beatriz diseñó una serie de cursos teórico-prácticos en Chamilo, una plataforma de E-Learning de software libre, para que los profesores aprendieran sobre las herramientas tecnológicas y metodologías que existen en torno a los niños con dificultades.
La maestra dice hoy con orgullo que gracias a ‘Colombo Incluyente’, todos los profesores trabajan en equipo y ponen en práctica el conocimiento adquirido en los cursos.
“El profesor de matemáticas, por ejemplo, pudo identificar que entre sus estudiantes había una niña con Asperger que no soportaba el ruido del salón y para aislarse, se tapaba los oídos con las manos. Para ayudarla, creó un juego de computador que regula la participación en clase a través de puntos. Con esto logró que los alumnos participaran de manera ordenada y se disminuyera el ruido. La niña dejó de desesperarse. Ahora, participa más y fueron evidentes sus habilidades para las matemáticas”.
“La inclusión es algo muy especial porque no solamente hablamos de aprendizaje, sino de tocar vidas. Uno toca las vidas de las personas, de los jóvenes y de los niños y niñas con alguna discapacidad, pero además de familias enteras que muchas veces sienten incertidumbre, temor y hasta negación. Con los recursos tecnológicos y digitales nosotros les estamos diciendo ‘es posible lograr el aprendizaje’”, expresa Maribel Villareal, PHD en educación y coordinadora de la línea de inclusión y TIC delCentro de Tecnologías para la Academia de la Universidad de La Sabana, del que han salido decenas de proyectos como los de Mauricio Chacón y María Beatriz Meza.
Un semillero de propuestas desde los estudiantes
Desde hace seis años, funciona en el colegio Enrique Olaya Herrera de Bogotá, INCLUTECEOH, un semillero de investigación de tecnología inclusiva liderada por la docente Carolina Bernal Villamarín.
Carolina es licenciada en diseño tecnológico de la Universidad Pedagógica Nacional, con un doctorado en Educación Inclusiva, que a lo largo de su formación académica se ha preocupado por eliminar las barreras que las personas con discapacidad puedan tener para acceder a la educación. Entre sus proyectos se encuentran dos softwares: uno capaz de reconocer la voz y traducirla a lengua de señas colombiana y otro que reconoce las señales electroencefalográficas y las convierte en lenguaje escrito para las personas sordas.
En el colegio Enrique Olaya Herrera, con la guía de la profesora, los estudiantes de grado décimo y once crean tecnología para ayudar a los 77 niños y niñas con discapacidad que están matriculados en primaria.
“Lo que hacemos es que los alumnos de décimo apadrinan a los pequeños, los acompañan y con el apoyo de la directora de curso identifican las necesidades. Luego comenzamos a trabajar en una propuesta de material didáctico o recurso tecnológico. Cuando llegan a grado once se construyen estos proyectos y se ponen a prueba con los niños”, cuenta Carolina.
De esta manera, al interior de la institución han surgido soluciones como la impresión en 3D de una ortesis para una niña con artrogriposis a la que le falta un dedo de la mano; o los cuentos multi inclusivos que se leen a por medio de una aplicación de realidad aumentada. “Todos los niños, no solo los que tienen discapacidad, se maravillan cuando sale la persona narrando los cuentos en lenguaje de señas colombiana. Estos también vienen con braille y fueron diseñados para integrar a compañeros con bajo nivel auditivo o visual”.
En algunos casos, también diseñan tecnología para sus familiares. “Una de mis estudiantes desarrolló un dispositivo para controlar el computador con el movimiento de la cabeza. Lo hizo para su tío que tenía una amputación de miembro superior a la altura del codo”.
Para Carolina, el recurso tecnológico, además de permitir el aprendizaje de los niños con discapacidad, siembra en los estudiantes más grandes la necesidad de aportar para mejorar la calidad de vida de esta población. “La experiencia que los chicos tienen en el semillero ha hecho que muchos, al graduarse, se interesen en estudiar carreras que tengan que ver con la parte de inclusión”.
Inclusión también es acceder a Internet
Según la Encuesta de Calidad de Vida, el 48% de las personas con discapacidad en Colombia están excluidas de condiciones educativas apropiadas. De hecho, solo el 5,4 por ciento alcanza el nivel de educación superior, reporta el Registro Único de Localización y Caracterización de la Población con Discapacidad (RLCPD).
En este contexto, el Colegio Técnico José Félix Restrepo ha sido un referente a nivel nacional al convertirse, hace 36 años, en la primera institución de educación pública del país en abrirles las puertas a la población invidente. Hoy cuenta con ocho líneas de inclusión.
https://www.youtube.com/watch?v=1n_lkBlQTcI
https://www.youtube.com/watch?v=1n_lkBlQTcI
“El colegio comenzó recibiendo población invidente adulta en la jornada nocturna. Luego, jóvenes en la jornada diurna y, desde hace cinco años, incluimos niños con visión baja o invidencia total”, relata el docente Hammes Reineth Garavito.
Sin embargo, pese a la apuesta de la institución, hace diez años Hammes, junto a un grupo de maestros, encontraron que el proceso de aprendizaje de los alumnos con esta discapacidad no era del todo significativo y distaba de estar a la par del de sus demás compañeros. “Comenzamos a pensar de qué manera podíamos incluir realmente a esta población en el trabajo de aula”.
La solución la encontraron en JAWS, un software que se encarga de leer lo que aparece en la pantalla del computador. “Los profesores de las distintas materias, religión, química, ciencias, sociales, música y hasta arte, comenzamos a alojar en una plataforma que diseñamos, un repositorio de temas, cronogramas, actividades y videos que sirvieran de refuerzo para ellos fuera de las aulas”.
La utilidad de esta propuesta lo deja Hammes en palabras de una de sus alumnas, Sabrina Cortés: “Yo sé que el profesor no puede parar el video en clase y repetirlo solo por nosotros, pero al estar montado en la página hace que, desde la casa, podamos repetirlo, pararlo y oírlo una, dos y tres veces hasta que podamos entender bien”.
Con el tiempo, la tecnología comenzó a reconocer y leer imágenes permitiendo que los alumnos puedan hacer sus propias presentaciones de Power Point.
“Todo nació de la necesidad de hacer que estos muchachos accedieran a la información que hay en internet igual que los demás. Eso ha potenciado muchísimo su educación dentro y fuera del salón de clase y le aporta a su proyecto de vida”, afirma Hammes.
“Internet se ha convertido en la principal entrada al conocimiento y así como rompe brechas puede aumentarlas entre las personas que pueden acceder a él y las que no. En el caso de las personas con discapacidad, es a través de las tecnologías que tenemos nuestra mejor posibilidad para lograr que tengan acceso al conocimiento y a condiciones educativas más equitativas”, considera Aristizábal, de la Fundación Saldarriaga Concha.
La experiencia educativa de este Colegio y sus maestros fue presentada como un caso de éxito en el Congreso de Prácticas Educativas, DOKUMA, y ha sido reconocido con el Premio Colombia 2020 de El Espectador por su aporte a la inclusión.
El trabajo de la Fundación
La Fundación Saldarriaga Concha ha hecho un trabajo de incidencia muy fuerte para promover políticas, orientaciones técnicas y lineamientos en relación con la educación inclusiva. “Estamos en todas las estancias asesoras y trabajando de la mano con el Ministerio y las Secretarias de Educación para garantizar que haya una línea política y se den los recursos para garantizar la inclusión educativa en el país”, afirma Aristizábal.
Diseñar un modelo educativo también ha sido una prioridad para la Fundación. “Necesitamos que cuando los estudiantes lleguen a las instituciones encuentren unos maestros formados que tengan la capacidad de dar respuesta a la diversidad y valorarla como algo positivo. En este aspecto también hemos trabajado a través de formaciones y en promover la accesibilidad a materiales educativos y a la oferta de nuevas tecnologías para la inclusión”, agrega.
En Colombia, solo el 66.72% de la población con discapacidad entre los 6 y 18 años, incluida en el RLCPD, reportó estar estudiando al momento de ser registrada. De este porcentaje, el 85% asiste a instituciones educativas públicas y el 15% a establecimientos privados. Se ha comenzado un recorrido trascendental, pero falta mucho por hacer.
“Esta población requiere el apoyo de toda la sociedad para que de verdad sea incluida no solo en el sistema educativo, sino también en el mundo laboral. Tenemos que asegurar que tengan igualdad de oportunidades para que puedan alcanzar condiciones de vida dignas”, concluye.
Vea también: https://www.saldarriagaconcha.org/implementacion-de-la-educacion-inclusiva-en-el-pais/