En este artículo le contaremos las razones por las cuales “Nunca es tarde: las razones para volver a estudiar después de los 60 años”.
Según el Índice Multidimensional de Inclusión Social y Productiva, el 12% de las personas mayores se encuentran excluidas de la sociedad y la principal causa es la educación. En Colombia, la Encuesta de Salud, Bienestar y Envejecimiento 2016 (SABE) indica que el 26% de las personas mayores de 60 años no sabe leer ni escribir y este porcentaje sube a 30%, en mayores de 80 años.
El mismo estudio asegura que el 16,5% de esta población no tiene ningún nivel educativo aprobado y el 53% solo logró terminar la primaria. Pese a las cifras, el anhelo de estudiar en las personas mayores está presente sin importar las condiciones de la que vengan. “Hemos entrevistado a víctimas del conflicto armado mayores de 60 y muchas han manifestado sus ganas de estudiar”, dice Soraya Montoya, Directora Ejecutiva de la Fundación Saldarriaga.
Esto demuestra una gran necesidad de crear una oferta de educación que desarrolle el inmenso potencial de esta población. En esa dirección la fundación ha desarrollado proyectos en regiones como Montes de María: “Allí logramos que más de 400 personas mayores hicieran la primaria; y aunque varios de ellos tenían que caminar hasta dos horas para llegar a clase, tuvimos 0% de deserción”, agrega Montoya.
Estudiar es para las personas mayores una forma de ampliar las redes sociales
A los 61 años, María Eugenia Ceballos decidió terminar su bachillerato. A pesar del miedo que les tenía a las matemáticas y a hablar en público, se inscribió en el Instituto Pedagógico Nacional. Su esposo recibió con extrañeza la noticia, sin embargo, respetó su decisión, al igual que el resto de su familia.
Cuando era adolescente María Eugenia dejó de estudiar en séptimo grado, entre otras cosas, porque en la escuela a la que asistía le pegaban para que aprendiera matemáticas. Durante su vida adulta trabajó en el área de servicios generales de una universidad y allí, dice que aprendió a expresarse y a ser asertiva con los estudiantes. Esa experiencia fue precisamente la que alimentó su deseo de volver a las aulas.
Ya a los 35 años, había intentado terminar el bachillerato, pero el rechazo por parte de sus compañeros, que eran mucho más jóvenes que ella, hizo que, después de tres clases, desistiera de la idea.
Tiempo después fue una amiga la que la motivó a volver y tras superar el primer curso, María Eugenia le insistió a su hija de 40 años para que se le uniera. Hoy estudian juntas y han logrado consolidar una linda amistad, “existe más confianza porque tienen más cosas que compartir”.
A María Eugenia todavía le cuestan los números y le tiene pavor a pasar al tablero, pero ella sabe que las matemáticas le servirán para manejar el negocio que quiere montar con su esposo y que gracias al estudio podrá seguir sintiéndose útil por mucho más tiempo.
Este año, se prepara para presentar el ICFES y quiere entrar al SENA para estudiar cocina, que es lo que le apasiona en la vida.
Las razones para estudiar después de los 60 años son muchas y dependen de la situación de cada persona. La doctora Lina María González, Líder de Salud y Bienestar de la Fundación Saldarriaga Concha explica que “en la vejez las personas se enfrentan a una baja en los ingresos y, al mismo tiempo, un aumento en los gastos médicos y de cuidado. Por esta razón, muchos buscan seguir activos en el mundo laboral o incluso emprender. Y estudiar es una forma de seguir vigentes en el mercado”.
Por otro lado, estudiar es para las personas mayores una forma de ampliar las redes sociales; construir nuevas metas tras la jubilación, la pérdida de seres queridos o cuando los hijos se van del hogar, y de conservar la vitalidad aprovechando las ventajas que da la vejez en términos de tiempo.
Este es el caso de Dorian Moreno, quien tras contar un con título en economía, sacar adelante a sus hijos con una empresa inmobiliaria y llevar una carrera en una entidad pública, se lanzó, a los 57 años, a cumplir su sueño de toda la vida: ser abogada.
Sus días de estudio y trabajo comenzaban a las tres y media de la mañana, cuando se levantaba para ir a clase de seis, y terminaban a las siete de la noche, al salir de la oficina, aunque la carga académica la enviaba a la cama a la media noche. Ella admite que en ocasiones se sentía cansada y el cuerpo le pasaba factura, pero nunca consideró que se tratara de un sacrificio.
“Uno a esta edad estudia por las razones correctas. Pasa que muchas veces, cuando uno es joven, saca adelante una carrera porque ese es el deber, es el paso que hay que dar para desempeñarse en algo y dignamente. Sin embargo, regresar a las aulas a esta edad es otra cosa, es cumplir un sueño de toda la vida”.
Una vez tuvo el diploma en sus manos, Dorian se empeñó en volver a constituir su antigua inmobiliaria, esta vez con el conocimiento jurídico a bordo: Ápice Inmobiliaria y Jurídica S.A.S., es el nombre de su empresa.
Además, comenzó una especialización en Derecho de Familia, en la misma universidad. “Todo se puede lograr. Lo importante es saber hacia dónde vas porque no es estudiar por estudiar. Es saber que con eso vas a contribuir para mejorar tu vida y las de las demás personas”.
Según la doctora González, existen estudios en el mundo que demuestran que tener un propósito de vida es un motivador importante para mantener la salud física y mental y, por lo tanto, la independencia en esa etapa de la vida. No importa el tipo de estudio que sea, el tema es tener la mente y el cuerpo activo. Esa es, en definitiva, una de las claves para llevar una vejez plena.
Cómo aprenden las personas mayores
María del Carmen Gil se encontraba escuchando un programa de radio cuando una cuña llamó su atención: becas para personas mayores que quisieran estudiar sistemas.
Interesada por actualizar sus conocimientos en informática, esta ingeniera de sistemas de 67 años llamó al instituto y se inscribió. “Llevaba cinco años en un tratamiento médico que me hizo dejar en pausa muchas cosas en mi vida. Era el momento de retomar”, cuenta.
Informática básica, diseño gráfico y mantenimiento fueron algunos de los cursos por los que pasó María del Carmen, hasta que sus conocimientos la llevaron al siguiente nivel: pasó de ser estudiante a profesora. “Ahora formo parte del inventario del instituto”, dice ella entre risas, pues desde hace varios años ha sido testigo, con gran satisfacción, del proceso de aprendizaje que sus alumnos, de la misma edad que ella, han tenido.
“Una ventaja de mis clases es que mis estudiantes son más o menos de mi edad. Eso les da más confianza porque muchas veces sienten que las personas más jóvenes no les tienen la suficiente paciencia”.
María del Carmen y sus estudiantes, así como el resto de las personas mayores que se atreven a estudiar, demuestran que esta población sí tiene capacidades para aprender.
La Organización Mundial de la Salud afirma que evidentemente “hay procesos cognitivos que se deterioran con la edad, entre ellos la velocidad del procesamiento, la memoria de trabajo, las funciones ejecutivas, la atención y la inhibición. Sin embargo, los procesos cognitivos intuitivos y automáticos se mantienen estables y hasta mejoran. Del mismo modo, el desarrollo emocional y social por lo general continúan con la edad debido al conocimiento que las personas tienen de sí mismas, a sus facultades de autorregulación y a las relaciones sociales estables que logran con el transcurso de los años”.
Esto significa que las personas mayores, como el resto de los humanos, tienen la capacidad de aprender, pero lo hacen de maneras diferentes.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud –OMS-, recomienda que para facilitar el aprendizaje de las personas mayores se tenga en cuenta “la perspectiva del tiempo asociada a la edad”, es decir que “el aprendizaje es más atractivo si está relacionado con la vida de la persona y puede usarse en el presente más que en el futuro”.
También afirma la OMS que “los adultos mayores valoran especialmente el aprendizaje empírico si les permite aprovechar experiencias del pasado que valoran”.
Siguiendo estos parámetros, el programa de educación de personas mayores en Montes de María que hizo en 2017 la Fundación Saldarriaga Concha y Transformemos, antes comenzar con los cursos realizó una investigación sobre las necesidades y contexto de las personas mayores e incorporó todo su saber, sus recuerdos y experiencias al proceso de aprendizaje. “Adaptar los contenidos pedagógicos a su realidad actual, a su experiencia de vida y a sus necesidades, permitió que este proyecto fuera motivador para los estudiantes” asegura Juan Camilo Celemín, Coordinador de Educación y Formación de la Fundación Saldarriaga.
Otro factor a tener en cuenta en la enseñanza a las personas mayores es que los maestros sean también mayores. “En proyectos en los que hemos enseñado nuevas tecnologías a las personas mayores descubrimos que si es alguien mayor quien les enseña, aceptan mejor y aprenden de manera más sencilla”, asegura Soraya Montoya, Directora Ejecutiva de la Fundación Saldarriaga Concha.
El Diseño Universal del Aprendizaje –DUA- es una herramienta esencial para que las personas mayores aprendan. “El punto de partida de DUA es entender que todas las personas tienen diversas formas de percibir, expresarse y motivarse. Y que por lo tanto el reto es que las prácticas pedagógicas abarquen múltiples formas de presentar la información y de motivar a los estudiantes”, explica Celemín. En la práctica esto significa que la información sea presentada de diferentes maneras (visuales, gráficas, artísticas, entre otras) para que cada estudiante se motive a aprender de acuerdo con sus capacidades.
Por último, las personas mayores valoran el compartir sus experiencias no solo con personas de su misma edad sino también con los más jóvenes. Las fundaciones Saldarriaga Concha y Fahrenheit 451 han realizado laboratorios de narración y expresiones artísticas en los que participan jóvenes y personas mayores. “Estos espacios demostraron ser una herramienta efectiva para empoderar a los participantes, convirtiéndolos en agentes de cambio, enfocados en la construcción de sus proyectos de vida y en tejer nuevos lazos de confianza en las comunidades” asegura Lina María González, Líder de Salud y Bienestar de la Fundación Saldarriaga Concha.
Así, el atreverse a estudiar en la vejez, es una forma de acercarse a otras generaciones y generar lazos de confianza que ayuden a combatir estereotipos y a disminuir la discriminación por motivos de edad.
Los beneficios de estudiar en la vejez
Jaime Ríos llegó a Percomputo –un instituto para que las personas mayores aprendan sistemas- en el 2018. Tenía 71 años. “Lo único que sabía manejar en ese entonces era mi celular. Yo tenía de esos que se conocen como flechas”.
Él llegó a recibir clase porque quería aprender a manejar el computador que tenía su hijo en la casa. Pero en el fondo, quería volver a darle un rumbo a su vida y estudiar le permitió de reinventarse.
Don Jaime aprendió a manejar Paint, escribir cartas en Word, abrir una cuenta de correo electrónico, de Facebook y de YouTube, y a enviar mensajes a través de estos medios. Incluso, tiene un grupo de WhatsApp donde se comunica con sus compañeras de clase.
Su meta es poner en marcha una idea de negocio que le viene rondando en la cabeza desde hace un tiempo: “Actualmente yo trabajo con mi nuera que tiene una distribuidora de productos naturales. Lo que quiero hacer es montar una página y comenzar a vender por internet. Mi intención es seguir aprendiendo y trabajando durante el tiempo que me sienta con la capacidad mental y física”.
Nunca es tarde para volver a estudiar, porque estudiar trae más beneficios para las personas mayores de lo que ellos mismos se imaginan. El principal, para la doctora Lina González, Líder de Salud y Bienestar de la Fundación Saldarriaga Concha, es que mantener la mente activa disminuye el riesgo de deterioro cognitivo. “Esto lo hemos medido con personas de diferentes condiciones socioeconómicas en Manizales, en un programa llamado Me Cuido Activo y los resultados son muy alentadores”.
Lo importante de disminuir el riesgo de deterioro cognitivo, según González, es que “logran mantener la independencia y el control de sus vidas, lo que les genera autoconfianza”.
De igual forma, el estudio favorece el recobro de redes de apoyo, pues estar con otras personas mejora las posibilidades de vincularse socialmente. Es normal que en la vejez las redes de apoyo se empobrezcan porque los hijos se van de la casa, la pareja muere, la jubilación acaba con los vínculos laborales, entre otras razones. Recuperarlas les permite un nuevo rol en la sociedad, contribuye a generar sentimientos de pertenencia y los ayuda a entender y aceptar el proceso de envejecimiento de mejor manera.
Otro aspecto a tener en cuenta es que, en general, las personas se encuentran en la vejez con una disminución de sus ingresos, y, al mismo tiempo, un aumento en sus gastos por temas de cuidado y salud. “Estudiar de manera continua durante la vida hace que las personas mayores puedan mantenerse vigentes en el mundo laboral y productivo; y, por lo tanto, que sus condiciones económicas no desmejoren” asegura Lina González.
Por último, uno de los beneficios más importantes, que no solo impacta directamente en el adulto mayor sino también en la misma sociedad, es el cambio de perspectiva respecto a esa generación. “Es una forma de entablar el diálogo intergeneracional y lograr un verdadero cambio cultural en la forma como vemos esta etapa de la vida, por eso nunca es tarde para volver a estudiar”, afirma Soraya Montoya, directora de la Fundación Saldarriaga Concha“.