“No todos envejecemos de la misma manera”, dice Manuel Velandia, líder de la primera marcha gay en Colombia, para referirse a las situaciones y condiciones que viven las personas mayores de la población LGBTIQ+ en esta etapa de la vida.
A sus 69 años, Manuel goza de una vejez privilegiada porque ha contado con educación (tiene 13 títulos universitarios, incluidos dos doctorados) y recursos para ser la persona que deseó ser e incluso para abogar por los derechos de los integrantes de su comunidad. Fue reconocido como la primera persona gay víctima del conflicto armado, trabaja en el Grupo de Atención para las Víctimas en el Exterior (GAVE) y en el grupo de enfoque de género y diversidad del Ministerio del Interior.
En el otro extremo está María del Carmen Ladino, con una vida diferente a la suya. Una mujer lesbiana de 60 años que labora como empleada doméstica. “Por ser lesbiana, a veces, a uno no le dan trabajo”, dice. “Toca negar la sexualidad de uno para conseguirlo”.
Ella mantuvo oculta su orientación sexual hasta los 48 años, cuando decidió decirle a su familia que era lesbiana. La noticia la dejó sin su apoyo y por ello debe insistirle a su hijo por una ayuda económica.
“Hay personas mayores que vivieron en el closet durante muchos años y deciden salir; pero son expulsadas de sus hogares, con lo cual quedan totalmente desprotegidas”, explica Iván Escobar, profesional de la subdirección de la población LGBTIQ+, de la Secretaría de Integración Social de Bogotá.
Desprotegidas es la palabra que más resuena en la vida de las personas trans y que es más constante en la vejez.
Una vejez desprotegida
“Digamos que cuando hablamos de envejecimiento consideramos el envejecimiento de un hombre o una mujer heterosexual, que tuvo su tiempo en familia y luego pasó a la vejez. Pero para nosotros es diferente; incluso si somos muy viejos, todavía tenemos que esforzarnos porque no tenemos a nadie que nos cuide. No tenemos familia; tenemos amigos y eso es parte de ser un adulto mayor en nuestra comunidad”, señaló una mujer trans de Cali a los investigadores de la Misión Colombia Envejece – Una Investigación Viva, que a través de grupos focales con personas mayores de la comunidad LBTIQ+ de esta ciudad y de Bogotá buscaron entender cómo es el envejecimiento en las diferentes personas que conforman esta población.
Sus hallazgos evidencian que los adultos mayores sexualmente diversos enfrentan desafíos y desigualdades que no tienen otras poblaciones debido a la discriminación y el rechazo sufrido a lo largo de los años; por los trabajos intermitentes o informarles en la mayoría de los casos y por la falta de una red de apoyo, entre otros asuntos. “Se identificó que las intersecciones de género, sexualidad, clase y raza influyen en el acceso a los servicios de salud y la calidad de la atención recibida, lo que exige la integración de perspectivas interseccionales en las prácticas médicas. Esto indica la necesidad de hacer que los servicios de salud sean más accesibles y sensibles para la población mayor LGBTIQ+ y promover la investigación sobre la atención de la salud de las minorías sexuales”, explica Lina María González, líder de salud y bienestar de la Fundación Saldarriaga Concha, quien participó en la investigación.
La investigación, en resumen, evidencia, entre otros temas, una baja participación en el mercado laboral, falta de seguridad social, poco acceso a los servicios de salud y escasa información sobre esta población, producto de un sistema conservador que sostiene una visión binaria de la sexualidad y de la desconfianza de la población LGBTIQ+ a contarles a los demás cómo viven el envejecimiento. En otras palabras, afirman los investigadores, es un grupo poblacional que parece carecer del derecho a envejecer.
Un modelo de Bogotá
Las casas LGBTIQ+ de la Secretaría de Integración Social de Bogotá están supliendo parte de las necesidades identificadas por los investigadores, aunque hay que señalar que no son solo para las personas mayores. Hoy existen cinco casas LGBTIQ+ en diferentes puntos de la ciudad, que fueron creadas como sitios seguros para esta población. Allí les brindan orientación psicosocial, les apoyan con la búsqueda de los documentos de ciudadanía (la meta es ayudar en los cuatro años de esta administración a 680 personas de todas las edades con la cedulación) y les dan servicio de educación flexible en convenio con la Secretaría de Educación, para que terminen su bachillerato o accedan a capacitaciones en peluquería y confección, entre otros.
“Los cursos y orientaciones se dan de acuerdo con las necesidades de la población”, explica Diana Patricia Martínez, directora para la inclusión y las familias de la Secretaría de Integración de Social de Bogotá.
En el caso de María del Carmen ella encontró en la casa LGBTIQ+ Amapola Jones, ubicada en la localidad Rafael Uribe Uribe, un apoyo con los trámites del bono pensional y una red psicosocial. “No solo me ayudaron con el bono para la vejez, sino que acá me aceptan mi personalidad. Es triste aceptar que solo en esta casa puedo ser quien soy en realidad porque salgo de ahí y me toca vivir a escondidas”, dice.
Las otras casas son Diana Navarro en los Mártires, Laura Weinstein en Suba, Edward Hernández en Kennedy y Sebastián Romero en Teusaquillo. “Cada casa tiene un nombre emblemático de algún activista que ayudó a la población LGBTIQ+”, explica Martínez.
La primera casa
La casa Sebastián Romero, por ejemplo, tiene este nombre en honor a quien fue el primer político colombiano que se afirmó como gay y consolidó las bases para la inclusión de las personas LGBTIQ+ dentro del partido del Polo Democrático Alternativo. Su agenda se construyó desde la diversidad sexual, la erradicación de la discriminación y la inclusión política del país. La casa fue la primera que se creó, en 2006, en Bogotá y en América Latina como un espacio de inclusión para personas LGBTIQ+. Nueve años después, en el 2015, recibió el nombre de Sebastián Romero y en junio de 2024 fue la reinauguración con un espacio de 800 metros cuadrados.
Las casas LGBTIQ+ solo están en Bogotá, en otras ciudades existen como respuesta a la reparación de víctimas, es decir fueron creadas para otro propósito. Para Lois Alicia Rojas, administradora de la casa Sebastián Romero, estos espacios son una referencia en América Latina por la importante labor que realizan.
Sin embargo, Manuel Velandia cree que su impacto puede ser mayor, al igual que el de otros programas que existen para la vejez de las personas LGBTIQ+ en todo el país, ya que en la mayoría de los casos se divulga su existencia y sus beneficios por redes sociales, que no son el mejor vehículo de comunicación para esta población.
Además de pensar en la comunicación, Manuel recomienda hacer una mayor conciencia del cuidado en la vejez de la población LGBTI. “Lo que no hemos entendido es que en la vejez las necesidades de la cotidianidad se resuelven de la misma manera como fue la juventud. La gente no hace transformaciones en la vejez, sigue siendo el mismo sujeto”, dice.
Respuesta con políticas públicas efectivas y justas
Precisamente, el estudio realizado en el marco de Misión Colombia Envejece – Una Investigación Viva, con grupos focales en Bogotá y Cali, mostró que las políticas públicas deben ser las respuestas a los desafíos que se tiene con esta población para que su vejez sea exitosa. Y con el fin de que dichas políticas públicas sean efectivas, justas y apropiadas señala que deben tener ciertas consideraciones, entre ellas:
Deben reconocer que cada grupo dentro de la comunidad LGBTIQ+ tiene experiencias y desafíos únicos.
Por ejemplo, las mujeres lesbianas mayores pueden enfrentar una doble discriminación basada en el género y la orientación sexual, lo que puede afectar su acceso a los servicios de atención médica y a las oportunidades de empleo. Los hombres homosexuales mayores pueden tener una vida social más visible y activa, pero aún enfrentan estigmatización y discriminación, especialmente en entornos como servicios de atención médica y espacios residenciales para adultos mayores. La invisibilidad y la bifobia pueden afectar negativamente la salud mental y el bienestar de las personas bisexuales mayores, que a menudo no son reconocidas ni por las comunidades heterosexuales ni por las LGBTIQ+. Las personas transgénero mayores enfrentan desafíos importantes relacionados con la transición en una sociedad que a menudo no comprende ni acepta su identidad de género. Esto incluye dificultades para acceder a atención sanitaria adecuada y mayor vulnerabilidad a la pobreza y la violencia.
Deben conocer las necesidades y los deseos de la población a través de sus voces.
Las encuestas y los cuestionarios estructurados permiten recopilar datos demográficos y estadísticos sobre la población LGBTIQ+ de edad avanzada y las entrevistas a profundidad y conversaciones con grupos focales dan la posibilidad de capturar las historias personales y sus experiencias vividas. En el ejercicio deben estar representadas personas mayores de diferentes identidades de género, orientaciones sexuales y orígenes socioeconómicos. De igual forma, de diversas etnias, clases sociales y habilidades (discapacidad).
Además de estas consideraciones, el estudio también resaltó que la promoción de un envejecimiento saludable y exitoso requiere que se capacite a profesionales de servicios sociales y de atención médica en competencias culturales y eliminación de barreras estructurales que impiden el acceso a los servicios de salud, educación y bienestar social de todas las personas mayores LGBTIQ+ y se fomente la creación de redes de apoyo social que incluyan a personas mayores LGBTIQ+. Estas redes pueden brindar apoyo emocional, social y práctico y ayudar a combatir el aislamiento social, que es un factor de riesgo importante para la salud física y mental en la vejez debido al rechazo y la discriminación que han sufrido siempre.
Finalmente, aconseja que se promuevan estudios y leyes contra la discriminación que protejan los derechos de las personas mayores LGBTIQ+ y se creen entornos seguros y acogedores donde las personas mayores con diversidades sexuales puedan vivir y participar sin miedo al rechazo.
En síntesis, los estudios sobre personas mayores han demostrado que factores como la resiliencia, el apoyo social y la capacidad de mantener una identidad auténtica son cruciales para una vida satisfactoria en la vejez. Disfrutar de una vida digna y plena es crucial para una vejez exitosa en cualquier persona, independientemente de su identidad de género.