Suicidio en Personas Mayores: Un tema para hablar y preguntar
12 septiembre, 2024

Persona pensativa para ilustrar la nota: Suicidio en Personas Mayores.

El suicidio en personas mayores es un problema de salud pública significativo que requiere atención y estrategias específicas. Este fenómeno es especialmente preocupante debido a la alta letalidad de los intentos, la mayor seriedad en la intención de los suicidios y la menor prevalencia de señales de advertencia en comparación con los grupos más jóvenes.

Las personas mayores a menudo enfrentan desafíos únicos, como enfermedades crónicas, dolor, aislamiento social y pérdidas significativas, que contribuyen al riesgo de suicidio. A propósito del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció el 10 de septiembre, desde 2003, vale la pena explorar los factores de riesgos y los factores protectores, así como las estrategias efectivas de prevención para abordar este problema en las personas mayores.

Lina María González Ballesteros, médica psiquiatra, quien es la líder de Vida Saludable de la Fundación Saldarriaga Concha, señala los siguientes:

1.Factores de riesgo en el suicidio

Los principales factores de riesgo incluyen:

  • Depresión y trastornos mentales:

    La depresión es el factor de riesgo más comúnmente asociado con el suicidio en personas mayores, presente en hasta el 91% de los casos. Otros trastornos mentales, como la ansiedad, el trastorno bipolar y los trastornos de personalidad, también incrementan el riesgo. La depresión en personas mayores a menudo se subdiagnostica y subtrata, lo que agrava el problema.

  • Enfermedades físicas, discapacidad y dolor crónico:

    Las condiciones crónicas y degenerativas, como la insuficiencia cardíaca, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y los trastornos convulsivos, están relacionadas con un mayor riesgo de suicidio. El dolor crónico y las limitaciones físicas que reducen la independencia pueden llevar a sentimientos de desesperanza.

  • Aislamiento social y soledad:

    La pérdida de cónyuges, amigos y familiares, junto con la disminución de la movilidad y la capacidad funcional, puede conducir a un aislamiento social significativo y a sentimientos de soledad. Estos factores son críticos, ya que las personas mayores que se sienten socialmente aisladas tienen más probabilidades de contemplar el suicidio.

  • Dificultades económicas:

    Los problemas financieros, como la falta de ingresos estables y el aumento de los costos de atención médica, pueden contribuir al riesgo de suicidio. Las personas mayores que enfrentan inseguridad económica pueden experimentar una mayor sensación de inutilidad o desesperanza.

  • Sentimiento de ser una carga:

    Las personas mayores a menudo sienten que son una carga para sus familias o la sociedad, especialmente si requieren cuidados constantes o asistencia para las actividades diarias. Este sentimiento puede ser un factor clave que influya en los pensamientos suicidas.

2. Factores protectores 

Para prevenir el suicidio es crucial fortalecer los factores protectores que ayudan a reducir el riesgo:

  • Conexiones sociales fuertes:

    Mantener relaciones significativas con familiares, amigos y la comunidad puede proporcionar un apoyo emocional crítico. Participar en actividades comunitarias, grupos de apoyo y voluntariado puede reducir significativamente el aislamiento social.

  • Sentido de pertenencia y propósito:

    Sentirse útil y valorado dentro de la comunidad, y tener un propósito claro en la vida, puede ayudar a contrarrestar los sentimientos de desesperanza y reducir el riesgo de suicidio.

  • Apoyo familiar y comunitario:

    Contar con el apoyo de la familia, amigos y servicios sociales es fundamental. Intervenciones comunitarias que fomenten la participación social, como programas intergeneracionales o actividades culturales, pueden ofrecer un sentido de pertenencia y mejorar la calidad de vida.

  • Acceso a servicios de salud mental:

    Facilitar el acceso a servicios de salud mental y promover su integración en la atención primaria es esencial para la detección temprana y el tratamiento de trastornos mentales.

  • Religión y espiritualidad:

    Las creencias religiosas o espirituales a menudo proporcionan un sentido de significado y propósito, actuando como amortiguadores contra el riesgo de suicidio. La participación en actividades religiosas puede brindar apoyo social adicional.

3. Estrategias de prevención

    Las estrategias de prevención deben ser integrales y adaptarse a las necesidades específicas de las personas mayores:

    • Programas de detección y tratamiento de la depresión:

      La detección sistemática de la depresión en entornos de atención primaria permite la intervención temprana. Las terapias como la cognitivo-conductual (TCC) y la terapia interpersonal son efectivas para tratar la depresión y reducir la ideación suicida.

    • Intervenciones comunitarias y basadas en la cultura:

      Los programas comunitarios que combinan la educación en salud mental con actividades sociales y culturales han demostrado ser eficaces. Capacitar a miembros de la comunidad como “guardianes” para identificar señales de riesgo y brindar apoyo inmediato es una práctica prometedora.

    • Restricción del acceso a medios letales:

      Limitar el acceso a armas de fuego y medicamentos peligrosos es fundamental. La entrega de dispositivos de seguridad y la educación sobre el almacenamiento seguro pueden ser medidas efectivas.

    • Asesoramiento telefónico y apoyo psicosocial:

      El asesoramiento telefónico y los grupos de apoyo proporcionan un acceso fácil a ayuda y orientación. Estos servicios son especialmente útiles para las personas mayores que viven solas o en áreas rurales.

    • Fortalecimiento de factores protectores:

      Promover actividades que fortalezcan los factores protectores, como la participación en grupos comunitarios, el fomento de la religiosidad o la espiritualidad, y el desarrollo de habilidades de afrontamiento positivas, puede reducir significativamente el riesgo de suicidio.

    Señales de alerta

    Reconocer las señales de alerta del suicidio en personas mayores es esencial para prevenir situaciones críticas. Estas señales pueden ser sutiles y a menudo se pasan por alto, especialmente porque las personas mayores pueden no verbalizar directamente sus pensamientos o intenciones suicidas. Sin embargo, hay varios indicios que pueden ayudar a identificar a una persona mayor en riesgo. A continuación se presentan algunas de las señales de alerta más comunes:

    • Cambios en el comportamiento:

      • Aislamiento social repentino o retiro de actividades sociales, familiares o de hobbies que antes disfrutaban.
      • Pérdida de interés en actividades diarias o en el cuidado personal, como la higiene o la alimentación.
      • Comportamientos inusuales o de riesgo, como la acumulación de medicamentos o la compra de armas.
      • Visitas repentinas o llamadas a amigos y familiares como si se estuviera despidiendo.
    • Expresiones verbales o no verbales de desesperanza:

      • Comentarios sobre sentirse una carga para los demás, no tener propósito en la vida o expresar deseos de muerte.
      • Declaraciones como “No tiene sentido seguir viviendo”, “Sería mejor si ya no estuviera aquí”, o “Pronto no tendrás que preocuparte por mí”.
      • Expresiones de desesperanza, impotencia, o falta de motivos para vivir.
    • Cambios en el estado de ánimo:

      • Aumento de la tristeza, la irritabilidad o la ansiedad.
      • Cambios repentinos en el estado de ánimo, como pasar de estar deprimido o ansioso a estar tranquilo o sereno, lo que puede indicar que la persona ha decidido tomar una acción suicida.
      • Expresiones de culpa, vergüenza, o sentimientos de inutilidad.
    • Cambios físicos:

      • Pérdida significativa de peso, fatiga extrema o quejas físicas sin una causa médica evidente.
      • Alteraciones en los patrones de sueño, como insomnio severo o dormir excesivamente.
      • Deterioro en la salud general, como el agravamiento de enfermedades crónicas debido a la falta de autocuidado.
    • Preparativos para el fin de la vida:

      • Organizar asuntos personales, como redactar o cambiar un testamento, regalar pertenencias valiosas, o arreglar documentos importantes.
      • Despedirse de amigos y familiares de manera inusual o dar instrucciones específicas sobre el cuidado de propiedades, mascotas o posesiones personales.
    • Historial de intentos de suicidio o conductas autolesivas:

      • Cualquier intento de suicidio anterior es un predictor significativo de riesgo. Las conductas autolesivas o los intentos de suicidio previos aumentan considerablemente el riesgo de futuros intentos.
      • Declaraciones de que han intentado hacerse daño anteriormente o conductas que sugieran autolesiones.
    • Abuso de sustancias:

      • Aumento en el consumo de alcohol, medicamentos o drogas, especialmente si estos no han sido previamente parte de la vida de la persona.
      • Uso indebido de medicamentos recetados, como tomar dosis más altas de lo prescrito.

    Qué hacer si se observan señales de alerta:

    Si se observan estas señales de alerta, es importante actuar con prontitud:

    • Hablar abiertamente y con empatía:

      • Preguntar directamente sobre pensamientos suicidas no aumenta el riesgo de suicidio; en cambio, puede proporcionar alivio y apoyo.
      • Expresar preocupación genuina y ofrecer escuchar sin juzgar puede ayudar a abrir un canal de comunicación.
    • Buscar apoyo profesional:

      • Contactar a un profesional de la salud mental, como un psicólogo, psiquiatra o consejero, para una evaluación y apoyo inmediato.
      • Asegurarse de que la persona tenga acceso a servicios de salud mental y recursos comunitarios de apoyo.
    • Asegurar el entorno:

      • Reducir el acceso a medios letales, como medicamentos peligrosos o armas de fuego.
      • Involucrar a familiares, amigos o cuidadores para proporcionar una red de apoyo sólida.

    Cómo pueden las familias ayudar a prevenir el suicidio

    Las familias juegan un papel crucial en la prevención del suicidio en personas mayores. Proporcionan apoyo emocional, ayudan a detectar señales de alerta y facilitan el acceso a recursos y cuidados necesarios. A continuación, se presentan algunas formas en las que las familias pueden ayudar:

    Mantener una Comunicación Abierta y Honesta:

    • Hablar abiertamente sobre la salud mental: Es importante hablar con los miembros mayores de la familia sobre sus sentimientos, emociones y estado de ánimo. Las conversaciones abiertas sobre la salud mental pueden reducir el estigma asociado con estos temas y facilitar que los mayores expresen sus preocupaciones o pensamientos suicidas.
    • Escuchar sin juzgar:

      Escuchar activamente sin interrumpir, criticar o minimizar sus sentimientos. Validar sus emociones muestra empatía y comprensión, creando un ambiente de confianza donde se sientan seguros para compartir sus pensamientos.

    Estar atento a las señales de alerta:

    • Observar cambios de comportamiento:

      Estar atentos a cambios significativos en el comportamiento, estado de ánimo, hábitos de sueño o alimentación, así como a cualquier comentario que sugiera desesperanza o pensamientos suicidas.

    • Tomar en serio cualquier señal de alerta: No ignorar señales de advertencia como comentarios sobre sentirse una carga, no tener un propósito o querer morir. Incluso si parecen ser “comentarios casuales”, siempre es mejor actuar con precaución.

    Proporcionar apoyo emocional y social:

    • Fomentar las conexiones sociales:

      Ayudar a los mayores a mantenerse conectados con amigos, familiares y la comunidad. Facilitar su participación en actividades sociales, clubes, grupos de apoyo o voluntariado puede reducir el aislamiento social y proporcionar un sentido de pertenencia.

    • Ofrecer acompañamiento regular:

      Visitar o llamar regularmente para hacerles sentir que no están solos. Estas interacciones pueden ofrecer un apoyo emocional significativo y demostrar que son importantes y queridos.

    Facilitar el acceso a recursos y atención profesional:

    • Buscar ayuda profesional:

      Si se observan señales de alerta o si la persona mayor muestra signos de depresión o ansiedad, se debe contactar a un profesional de la salud mental, como un psicólogo o psiquiatra. También se puede buscar orientación de médicos de atención primaria, quienes pueden realizar una evaluación inicial.

    • Asegurar el acceso a servicios de salud mental:

      Ayudar a coordinar citas médicas, organizar el transporte o acompañar a la persona mayor a las citas puede facilitar el acceso al tratamiento necesario.

    • Explorar alternativas de tratamiento:

      Asegurarse de que la persona mayor esté al tanto de las diferentes opciones de tratamiento disponibles, incluyendo psicoterapia, grupos de apoyo, consejería telefónica y, si es necesario, tratamiento farmacológico.

    Crear un entorno seguro:

    • Eliminar o restringir el acceso a medios letales:

      Asegurarse de que los medicamentos, especialmente los que pueden ser letales en sobredosis, estén guardados en un lugar seguro. También es importante restringir el acceso a armas de fuego y otros objetos peligrosos.

    • Promover hábitos de vida saludables:

      Fomentar un estilo de vida saludable con una dieta equilibrada, ejercicio regular, y actividades que promuevan el bienestar físico y mental.

    Fomentar la participación en actividades significativas:

    • Involucrarse en actividades recreativas y comunitarias:

      Animar a la persona mayor a participar en actividades que disfruten, como pasatiempos, ejercicios, o programas comunitarios. Esto puede ayudar a mantener su mente ocupada y mejorar su calidad de vida.

    • Promover la religiosidad o espiritualidad: Si la persona tiene creencias religiosas o espirituales, animar su participación en actividades religiosas o espirituales puede proporcionar un sentido de propósito y pertenencia.

    Educarse sobre el suicidio en personas mayores:

    • Aprender sobre factores de riesgo y señales de alerta:

      Conocer los factores de riesgo y las señales de alerta específicas del suicidio en personas mayores puede ayudar a las familias a reconocer posibles situaciones de riesgo y a actuar rápidamente.

    • Informarse sobre recursos disponibles: Familiarizarse con los recursos locales y nacionales, como líneas de ayuda, organizaciones de apoyo, y servicios de salud mental, puede facilitar una respuesta rápida y efectiva en caso de necesidad.

    Brindar apoyo continuo:

    • Ser un sistema de apoyo constante:

      Ofrecer un apoyo emocional continuo y estar disponibles para escuchar cuando la persona mayor lo necesite. Mostrar afecto y preocupación puede hacer que se sientan valorados y menos solos.

    • Mantener la paciencia y la comprensión:

      Comprender que el proceso de recuperación puede ser lento y que la persona mayor necesita tiempo para expresar sus sentimientos y adaptarse a los cambios.

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